Página 91 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La semana literal
87
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el
ejército de ellos, por el aliento de su boca. [...] Porque él dijo, y fue
hecho; él mandó, y existió”.
Salmos 33:6, 9
. La Sagrada Escritura
no reconoce largos períodos en los cuales la tierra fue saliendo
lentamente del caos. Por lo que se refiere a cada día de la creación,
las Santas Escrituras declaran que consistía en una tarde y una
mañana, como todos los demás días que siguieron desde entonces.
Al fin de cada día se da el resultado de la obra del Creador. Y al
terminar la narración de la primera semana se dice: “Estos son los
orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados”.
Génesis
2:4
. Pero esto no implica que los días de la creación fueron algo más
que días literales. Cada día se llama un origen, porque Dios originó
o produjo en él una parte nueva de su obra.
Los geólogos alegan que en la misma tierra se encuentra la
evidencia de que esta es mucho más vieja de lo que enseña el relato
de Moisés. Han descubierto huesos de seres humanos y de animales,
así como también instrumentos bélicos, árboles petrificados, etcétera,
mucho mayores que los que existen hoy día, o que hayan existido
durante miles de años, y de esto infieren que la tierra estaba poblada
mucho tiempo antes de la semana de la creación de la cual nos
habla la Escritura, y por una raza de seres de tamaño muy superior
al de cualquier hombre de la actualidad. Semejante razonamiento
ha llevado a muchos que aseveran creer en la Sagrada Escritura a
aceptar la idea de que los días de la creación fueron períodos largos
e indefinidos.
[91]
Pero sin la historia bíblica, la geología no puede probar nada.
Los que razonan con tanta seguridad en cuanto a sus descubrimien-
tos, no tienen una noción adecuada del tamaño de los hombres, los
animales y los árboles antediluvianos, ni de los grandes cambios que
ocurrieron en aquel entonces. Los vestigios que se encuentran en la
tierra dan evidencia de condiciones que en muchos casos eran muy
diferentes de las actuales; pero el tiempo en que estas condiciones
imperaron solo puede saberse mediante la Sagrada Escritura. En
la historia del diluvio, la inspiración divina ha explicado lo que la
geología sola jamás podría desentrañar. En los días de Noé, hom-
bres, animales y árboles de un tamaño muchas veces mayor que el
de los que existen actualmente, fueron sepultados y de esa manera
preservados para probar a las generaciones subsiguientes que los