Página 365 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Capítulo 35—La rebelión de Coré
Este capítulo está basado en Números 15 y 16.
Los castigos infligidos a los israelitas lograron por un tiempo
refrenar su murmuración y su insubordinación, pero aun tenían el
espíritu de rebelión en el corazón, y produjo al fin los más amargos
frutos. Las rebeliones anteriores no habían pasado de ser meros tu-
multos populares, nacidos de los impulsos repentinos del populacho
excitado; pero ahora como resultado de un propósito obstinado de
derrocar la autoridad de los jefes nombrados por Dios mismo, se
tramó una conspiración de hondas raíces y grandes alcances.
Coré, el instigador principal de este movimiento, era un levita de
la familia de Coat y primo de Moisés. Era hombre capaz e influyente.
Aunque designado para el servicio del tabernáculo, se había quedado
desconforme de su cargo y aspiraba a la dignidad del sacerdocio. El
otorgamiento a Aarón y a su familia del oficio sacerdotal, que había
sido ejercido anteriormente por el primogénito de cada familia, había
provocado celos y desafecto, y por algún tiempo Coré había estado
resistiendo secretamente la autoridad de Moisés y de Aarón, aunque
sin atreverse a cometer acto alguno de abierta rebelión. Por último,
concibió el osado propósito de derrocar tanto la autoridad civil como
la religiosa; y no dejó de encontrar simpatizantes. Cerca de las
tiendas de Coré y de los coatitas, al sur del tabernáculo, acampaba
la tribu de Rubén, y las tiendas de Datán y Abiram, dos príncipes de
esa tribu, estaban cerca de la de Coré. Dichos príncipes concedieron
fácilmente su apoyo al ambicioso proyecto. Alegaban que, siendo
ellos descendientes del hijo mayor de Jacob, les correspondía la
autoridad civil, y decidieron compartir con Coré los honores del
sacerdocio.
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El estado de ánimo que prevalecía en el pueblo favoreció en gran
manera los fines de Coré. En la amargura de su desilusión revivieron
sus dudas, celos y odios antiguos, y nuevamente se elevaron sus
quejas contra su paciente caudillo. Continuamente se olvidaban los
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