Página 417 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Balaam
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He aquí un pueblo que habitará confiado,
Y no será contado entre las gentes.
¿Quién contará el polvo de Jacob,
O el número de la cuarta parte de Israel?
Muera mi persona de la muerte de los rectos,
Y mi postrimería sea como la suya.”
Balaam confesó que había venido con el objeto de maldecir a Is-
rael; pero las palabras que pronunció contradijeron rotundamente los
sentimientos de su corazón. Se le obligó a pronunciar bendiciones,
en tanto que su alma estaba henchida de maldiciones.
Mientras Balaam miraba el campamento de Israel, contempló
con asombro la evidencia de su prosperidad. Se lo habían pintado
como una multitud ruda y desorganizada que infestaba el país con
grupos de merodeadores que afligían y aterrorizaban las naciones
circunvecinas; pero lo que veía era todo lo contrario. Notó la vasta
extensión y el orden perfecto del campamento, y que todo denotaba
disciplina y orden cabales. Le fué revelado el favor que Dios dis-
pensaba a Israel, y el carácter distintivo de ese pueblo escogido. No
había de equipararse a las otras naciones, sino de superarlas en todo.
El “pueblo habitará confiado, y no será contado entre las gentes.”
Cuando se pronunciaron estas palabras, los israelitas aun no se ha-
bían establecido permanentemente en un sitio, y Balaam no conocía
su carácter particular y especial ni sus modales y costumbres. Pero
¡cuán sorprendentemente se cumplió esta profecía en la historia ulte-
rior de Israel! A través de todos los años de su cautiverio y de todos
los siglos de su dispersión, han subsistido como pueblo distinto de
los demás. Así tambien los hijos de Dios, el verdadero Israel, aunque
dispersados entre todas las naciones, no son sino advenedizos en la
tierra, y su ciudadanía está en los cielos.
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No sólo se le mostró a Balaam la historia del pueblo hebreo
como nación, sino que contempló el incremento y la prosperidad del
verdadero Israel de Dios hasta el fin. Vió cómo el favor especial del
Altísimo asistía a los que le aman y le temen. Los vió, sostenidos
por su brazo, entrar en el valle de la sombra de muerte. Y les vió
salir de la tumba, coronados de gloria, honor e inmortalidad. Vió a
los redimidos regocijarse en las glorias imperecederas de la tierra
renovada. Mirando la escena, exclamó: “¿Quién contará el polvo de