Página 510 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
y sauces de los arroyos.”
Levítico 23:40, 42, 43
. El primer día era
una santa convocación, y a los siete días de la fiesta se añadía otro
octavo que se observaba de la misma manera.
En estas asambleas anuales, los corazones de jóvenes y ancianos
recibían aliento para servir a Dios, al mismo tiempo que el trato
amistoso de los habitantes de las diferentes partes de la tierra re-
forzaba los vínculos que los unían a Dios y unos a otros. También
hoy sería bueno que el pueblo de Dios tuviera una fiesta de las ca-
bañas, una alegre conmemoración de las bendiciones que Dios le
ha otorgado. Como los hijos de Israel celebraban el libramiento que
Dios había concedido a sus padres, y también como los había pro-
tegido milagrosamente a ellos mismos durante sus peregrinaciones
después de la salida de Egipto, así debiéramos recordar con gratitud
los diferentes medios que él ideó para apartarnos del mundo y de las
tinieblas del error y para llevarnos a la luz preciosa de su gracia y de
su verdad.
A los que vivían lejos del tabernáculo la asistencia a las fiestas
anuales les requería más de un mes de cada año. Este ejemplo de
devoción a Dios debe recalcar la importancia de los servicios re-
ligiosos y la necesidad de subordinar nuestros intereses egoístas y
mundanos a los que son espirituales y eternos. Sufrimos una pérdida
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si hacemos caso omiso del privilegio de reunirnos para fortalecernos
y alentarnos los unos a los otros en el servicio de Dios. Las verda-
des de su palabra pierden entonces para nuestra mente su vigor e
importancia. Nuestro corazón deja de sentirse iluminado e inspirado
por la influencia santificadora, y decae nuestra espiritualidad. En
nuestro trato mutuo como cristianos perdemos mucho por carecer
de simpatía unos hacia otros. El que se encierra en sí mismo no
desempeña bien la misión que Dios le ha encargado. Somos todos
hijos de un solo Padre y dependemos unos de otros para ser felices.
Somos objeto de los requerimientos de Dios y la humanidad. Al
cultivar debidamente los elementos sociales de nuestra naturaleza
simpatizamos con nuestros hermanos y los esfuerzos que hacemos
por beneficiar a nuestros semejantes, nos proporcionan felicidad.
La fiesta de las cabañas no era sólo una conmemoración, sino
también un tipo o figura. No solamente señalaba algo pasado: la
estada en el desierto, sino que, además, como la fiesta de la mies,
celebraba la recolección de los frutos de la tierra, y apuntaba hacia