Página 621 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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David fugitivo
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de Saúl contra él. Mientras el joven tocaba ante el rey, llenando el
palacio con dulces melodías, la pasión de Saúl le dominó, y arrojó a
David una lanza, pensando clavar al músico a la pared; pero el ángel
del Señor desvió el arma mortal. David escapó, y huyó a su casa.
Saúl envió espías para que le prendieran cuando saliera de su
casa a la mañana siguiente, y le dieran muerte. Mical informó a
David del propósito de su padre. Le instó a que huyera para salvar su
vida, y haciéndole bajar por la ventana, le permitió escapar. El huyó
adonde vivía Samuel, en Rama, y el profeta, sin temer el desagrado
del rey, dió la bienvenida al fugitivo.
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La casa de Samuel era un sitio apacible en comparación con
el palacio real. Allí, en medio de las colinas, era donde el honrado
siervo del Señor continuaba su obra. Le acompañaba un grupo de
videntes que estudiaban cuidadosamente la voluntad de Dios, y
escuchaban reverentemente las palabras de instrucción que salían
de los labios de Samuel. Fueron preciosas las lecciones que David
aprendió del maestro de Israel.
David creía que Saúl no ordenaría a sus tropas que invadieran
este sagrado recinto; pero ningún lugar parecía sagrado para la mente
entenebrecida del rey desesperado. La relación de David con Samuel
despertaba los celos del rey, por temor a que el anciano reverenciado
en todo Israel como profeta de Dios dedicara su influencia a fomentar
el progreso del rival de Saúl. Cuando el rey supo donde estaba David,
mandó a sus oficiales para que le trajesen a Gabaa donde pensaba
llevar a cabo su designio homicida.
Los mensajeros salieron con el propósito de quitarle la vida a
David; pero Uno más grande que Saúl los dominó. Se encontraron
con ángeles invisibles, así como Balaam cuando iba de camino para
maldecir a Israel. Principiaron a pronunciar frases proféticas de lo
que sucedería en el futuro, y proclamaron la gloria y la majestad de
Jehová. Así contrarrestó Dios la ira del hombre, y puso de manifiesto
su poder para reprimir el mal, mientras que protegió a su siervo con
una muralla de ángeles guardianes.
Estas noticias llegaron a Saúl mientras esperaba ansiosamente
tener a David en su poder; pero en vez de sentir la reprensión de Dios,
se exasperó aún más y envió otros mensajeros. Estos también fueron
dominados por el Espíritu de Dios, y se unieron con los primeros
para profetizar. Una tercera misión fué enviada por el rey; pero