Página 731 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Apéndice
727
Entonces Cristo reinará como “Rey de reyes y Señor de señores.”
Apocalipsis 19:16
. “El reino, y el señorío, y la majestad de los
reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del
Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le servirán
y obedecerán.” “Tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán
el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos.”
Daniel 7:27, 18
.
Hasta que no llegue aquel tiempo no se puede establecer el
reino de Cristo en la tierra. Su reino no es de este mundo. Sus
seguidores han de considerarse como “peregrinos y advenedizos
sobre la tierra.” Pablo dice: “Nuestra vivienda es en los cielos; de
donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”
Hebreos
11:13
;
Filipenses 3:20
. Desde que el reino de Israel desapareció,
Dios no ha delegado su autoridad a ningún hombre o cuerpo de
hombres para ejecutar sus leyes como tales. “Mía es la venganza: yo
pagaré, dice el Señor.”
Romanos 12:19
. Los gobiernos civiles tienen
que ver con las relaciones entre un hombre y otro hombre; pero no
tienen nada que ver con las obligaciones que nacen de la relación
del hombre con Dios.
Con excepción del reino de Israel, jamás ha existido en la tierra
gobierno alguno en el cual Dios haya dirigido los asuntos del estado
mediante hombres inspirados. Cada vez que los hombres trataron de
formar un gobierno semejante al de Israel, tuvieron necesariamente
que encargarse de interpretar y ejecutar la ley de Dios. Asumieron el
derecho de dominar la conciencia, y así usurparon las prerrogativas
de Dios.
En la dispensación anterior, mientras que los pecados contra
Dios eran castigados con penas temporales, los juicios se ejecutaban
no sólo por sanción divina, sino por su mandato directo y en obe-
diencia a sus mandamientos. Había que dar muerte a los hechiceros
y a los idólatras. Los hechos profanos y sacrílegos eran castiga-
dos con la pena capital. Y naciones enteras de idólatras debían ser
exterminadas. Pero la ejecución de estas penas era dirigida por el
que lee los corazones de los hombres, que conoce la medida de su
culpabilidad, y que trata a sus criaturas con sabiduría y misericordia.
Cuando los hombres dominados por flaquezas y pasiones humanas
emprenden esta obra, es indiscutible que hay motivo por temer que
reine la injusticia y la crueldad sin freno alguno. Se perpetrarán