Página 285 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Capítulo 29—El premio inmerecido
Este capítulo está basado en Mateo 25:1-13.
Cristo está sentado con sus discípulos sobre el Monte de las
Olivas. El sol se ha puesto detrás de las montañas, y las sombras de
la noche, a guisa de cortina, cubren los cielos. A plena vista se halla
una casa profusamente iluminada, cual si lo fuera para alguna fiesta.
La luz irradia en raudales de sus aberturas, y un grupo expectante
aguarda en torno de ella, indicando que está a punto de aparecer
una procesión nupcial. En muchos lugares del Oriente, las fiestas
de bodas se realizan por la noche. El novio va al encuentro de su
prometida y la trae a su casa. A la luz de las antorchas la procesión
nupcial va de la casa del padre de la esposa a la del esposo, donde se
ofrece una fiesta a los huéspedes invitados. En la escena que Cristo
contempla, un grupo de personas está esperando la aparición de los
novios y su séquito con la intención de unirse a la procesión.
Cerca de la casa de la novia se hallan diez doncellas vestidas de
blanco. Cada una lleva una lámpara encendida y una pequeña vasija
para aceite. Todas están esperando con ansiedad la aparición del
esposo. Pero se produce una demora. Transcurre una hora tras otra,
y las que están esperando se cansan y se duermen. A la media noche
se oye un clamor: “He aquí, el esposo viene; salid a recibirle”. De
repente se despiertan las que dormían y saltan sobre sus pies. Ven la
procesión que avanza, alumbrada por las antorchas y alegrada por
la música. Oyen la voz del esposo y de la esposa. Las diez vírgenes
toman sus lámparas y comienzan a acondicionarlas, apresurándose
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a marchar. Pero cinco de ellas no habían llenado sus vasijas de
aceite. No presumieron que habría una demora tan larga, y no se
habían preparado para la emergencia. Afligidas, se dirigieron a sus
compañeras más prudentes, diciendo: “Dadnos de vuestro aceite;
porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las otras cinco, con sus
lámparas recién aderezadas, habían vaciado sus vasijas. No tenían
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