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Los testigos oculares: inspirados para testificar, 8 de agosto
Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros
tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con
el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
1 Juan 1:3
.
La obra que comenzó en forma débil y obscura continuó aumentando y forta-
leciéndose. Casas editoras y misiones establecidas en muchos países dan fe de su
crecimiento. En lugar de la edición de nuestro primer periódico, que llevamos a
la oficina de correos en una valija, ahora mensualmente publicamos y enviamos
muchos cientos de miles de ejemplares de nuestros periódicos. La mano de Dios
ha estado con esta obra para prosperarla y edificarla.
Mi experiencia posterior abarca la historia de muchas de las empresas que han
surgido entre nosotros, y con las cuales la obra de mi vida ha estado estrechamente
vinculada. Para la edificación de estas instituciones, mi esposo y yo trabajamos con
la pluma y con la voz. Pretender registrar, aun en forma breve, las experiencias de
estos ocupados y activos años, excedería muchísimo los límites de este bosquejo.
Los esfuerzos de Satanás para impedir la obra y para destruir a los obreros no han
cesado; pero Dios ha tenido cuidado de sus siervos y de su obra.
Como he participado en cada paso del avance hasta nuestra condición presente,
al repasar la historia que vivimos puedo decir: “¡Alabado sea Dios!” Al ver lo que
el Señor ha hecho, me lleno de admiración y de confianza en Cristo como director.
No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que
el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada.
Somos deudores a Dios de usar toda ventaja que nos ha confiado para hermo-
sear la verdad con la santidad de carácter, y para enviar el mensaje de advertencia,
de consuelo, de esperanza y amor, a los que están en las tinieblas del error y del
pecado.—
Notas Biográficas de Elena G. de White, 216
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