Ni excitación ni sensacionalismo, 15 de noviembre
Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza
mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que
el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros.
Tito 2:7, 8
.
El Señor tiene una obra para que ustedes realicen y, si escuchan su voz, no
quedarán en la oscuridad. El Salvador dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las
conozco, y me siguen”. “Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños”.
Juan 10:27, 5
. Estoy segura de que el Señor les
está revelando la perfección y plenitud de la obra expiatoria, para que el corazón
se llene con amor y gratitud, a fin de que puedan revelar a otros lo que el Señor les
está manifestando. Como resultado, la imagen de Cristo grabada sobre el corazón
será reflejada día tras día en el carácter y en la vida práctica, porque representamos
a un Salvador personal.
Se promete el Espíritu Santo a todos los que lo pidan. Cuando escudriñan las
Escrituras, el Espíritu Santo está a su lado, representando a Jesucristo. La verdad
es un principio viviente que hace brillar al entendimiento con preciosa claridad,
y entonces, sólo entonces, es tiempo de hablar las palabras del Cristo viviente.
“Somos colaboradores de Dios”. Cristo dijo a la mujer de Samaria: “Si conocieras
el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te
daría agua viva... una fuente de agua que salte para vida eterna”.
Juan 4:10, 14
.
Los que tienen la efusión del evangelio de Cristo, que proviene del corazón im-
buido de su Espíritu Santo comunicarán luz, consuelo y esperanza a los corazones
que tienen hambre y sed de justicia. No es excitación lo que deseamos crear, sino
una consideración seria y profunda, para que los que oyen hagan un trabajo sólido,
real, firme y genuino que durará tanto como la eternidad. No tenemos hambre
de excitación, de lo sensacional; cuanto menos tengamos de esto, tanto mejor. El
razonamiento sereno y ferviente sobre las Escrituras es precioso y fructífero. Aquí
está el secreto del éxito: predicar a un Salvador personal y viviente en una forma
tan sencilla y sincera que la gente pueda ser capaz de aferrarse por fe al poder de
la Palabra de vida.—
Carta W102, 1894 The Paulson Collection of Ellen G. White
Letters, 101, 102
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