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Una revolución espiritual, 19 de noviembre
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido
todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.
Filipenses 3:8
.
Mediante Cristo, el poder moral se pone al alcance del hombre cambiando
todos sus afectos, y permitiéndole trabajar con toda voluntad por la causa de
Dios. Mientras que anteriormente todo el poder de la mente y el cuerpo estaban
concentrados en realizar las obras del mal, ahora se produce una revolución por
efecto del Espíritu de Dios. Ilumina, renueva y santifica la mente. Los ángeles
contemplan con asombro inexpresable los resultados de la actuación del Espíritu
Santo en el hombre.
Gracias a la revelación del atrayente amor de Cristo, y en virtud del conoci-
miento de su amor expresado mientras aún éramos pecadores, el terco corazón es
ablandado y subyugado; el pecador se transforma y llega a ser un hijo de Dios. El
amor es el instrumento que Dios utiliza para expulsar el pecado del alma humana.
Mediante él cambia el orgullo en humildad, la enemistad e incredulidad en amor y
fe. No emplea medidas apremiantes. Jesús se revela al creyente, y si éste mira con
fe al Cordero de Dios, vivirá...
Cristo se presenta a los hombres para que puedan captar su temperamento,
su perfección. Así como el modelo es completo y perfecto en cada parte, del
mismo modo el hombre, a medida que se transforma a la imagen de Cristo, se
hace completo en él; porque separados de Jesús nunca puede haber justicia en el
corazón humano.
Cuando el Espíritu descendió desde lo alto, la iglesia fue inundada con luz,
pero Cristo era la luz; la iglesia fue llena de gozo, pero Cristo era el tema de ese
gozo. En estos días, cuando el Espíritu sea derramado sobre la gente, el nombre de
Cristo estará en cada lengua y su amor llenará cada corazón. Cuando el corazón
abrace a Cristo, abrazará a Dios, porque toda la plenitud de Dios habita en Cristo.
Cuando los rayos de la justicia de Cristo brillen en el creyente, el gozo, la adoración
y la gloria se entretejerán con su experiencia.—
The Signs of the Times, 9 de junio
de 1890
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