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Fuerza para el tiempo de angustia, 29 de noviembre
En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de
los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que
hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo,
todos los que se hallen escritos en el libro.
Daniel 12:1
.
Al acercarse los miembros del cuerpo de Cristo al período de su último con-
flicto, al “tiempo de angustia de Jacob”, crecerán en Cristo y participarán en gran
medida de su Espíritu. Al crecer el tercer mensaje hasta ser un fuerte pregón,
cuando acompañe a la obra final un gran poder y gloria, los hijos de Dios parti-
ciparán de aquella gloria. La lluvia tardía será lo que los fortalecerá y reavivará
para atravesar el tiempo de angustia. Sus rostros resplandecerán con la gloria de
aquella luz que acompaña al tercer ángel.
Vi que Dios preservará de manera maravillosa a su pueblo durante el tiempo
de angustia. Así como Jesús oró con toda la agonía de su alma en el huerto, ellos
clamarán con fervor y agonía día y noche para obtener libramiento. Se proclamará
el decreto de que deben despreciar el sábado del cuarto mandamiento, y honrar
el primer día, o perder la vida. Pero ellos no cederán, ni pisotearán el sábado del
Señor para honrar una institución del papado. Los rodearán las huestes de Satanás,
y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber
para ellos medio de escapar. Pero en medio de las orgías y el triunfo de aquéllos,
se oirá el estruendo ensordecedor del trueno más formidable. Los cielos se habrán
ennegrecido, y estarán iluminados únicamente por la deslumbrante y terrible gloria
del cielo, cuando Dios deje oír su voz desde su santa morada.
Los cimientos de la tierra temblarán; los edificios vacilarán y caerán con
espantoso fragor. El mar hervirá como una olla, y toda la tierra será terriblemente
conmovida. El cautiverio de los justos se cambiará, y con suave y solemne susurro
se dirán unos a otros: “Somos librados; es la voz de Dios”. Con solemne asombro
escucharán las palabras de la voz.—
Joyas de los Testimonios 1:131, 132, ed.
ACES, 1951
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