La oración produce fortaleza, 8 de diciembre
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria
que ha vencido al mundo, nuestra fe.
1 Juan 5:4
.
Mientras Jesús, nuestro intercesor, suplica por nosotros en el cielo, el Espíritu
Santo trabaja para obrar en nosotros el querer y el hacer por su buena voluntad.
Todo el cielo está interesado en la salvación del creyente. Entonces, ¿qué razón
tenemos para dudar de que el Señor quiere ayudarnos, y que lo hará? Si enseñamos
a la gente, nosotros mismos debemos tener una conexión vital con Dios. En espíritu
y en palabra deberíamos ser para los demás un manantial, porque Cristo es en
nosotros una fuente de agua que salta para vida eterna. La tristeza y el dolor
podrán probar nuestra paciencia y nuestra fe, pero el brillo de la presencia del
Invisible estará con nosotros; por eso debemos esconder el yo detrás de Jesús.
En la iglesia hablen de valor; eleven a los presentes en oración. Díganles que
cuando sienten que han pecado, y que no pueden orar, ése es precisamente el
momento para suplicar. Muchos se sienten humillados por sus fracasos porque
han sido vencidos en lugar de vencer al enemigo. La mundanalidad, el egoísmo y
la naturaleza carnal los han debilitado, y piensan que no vale la pena acercarse
a Dios. Este pensamiento es una de las sugerencias del enemigo. Pueden estar
avergonzados, y profundamente humillados, pero deben orar y creer. Cuando
confiesan sus pecados, el que es fiel y justo los perdonará y los limpiará de toda
iniquidad. Aunque la mente pueda divagar durante la oración, no se desanimen,
tráiganla de vuelta al trono y no abandonen el propiciatorio hasta que hayan
alcanzado la victoria.
¿Piensan que la victoria de ustedes será demostrada por una fuerte emoción?
No; “esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe”.
1 Juan 5:4
. El Señor
conoce el deseo de ustedes; por fe manténganse cerca de él, y esperen recibir el
Espíritu Santo.
La función del Espíritu es orientar todos nuestros ejercicios espirituales. El
Padre nos ha dado a su Hijo para que por su intermedio el Espíritu Santo pudiera
venir a nosotros a fin de conducirnos al Padre. Mediante el instrumento divino,
tenemos el Espíritu de intercesión por el cual podemos suplicar a Dios, así como
un hombre le pide algo a un amigo.—
The Signs of the Times, 3 de octubre de
1892
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