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Una columna en el templo de Dios, 23 de diciembre
Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más
saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi
Dios, y mi nombre nuevo.
Apocalipsis 3:12
.
Resulta maravilloso que Cristo se revelara a Juan tal como es, y extraño que
se dirigiera a las iglesias de ese modo. Pero deberíamos recordar que la iglesia,
aunque débil y defectuosa es objeto del supremo cuidado de Cristo. Constante-
mente vela sobre ella con tierna solicitud y la fortalece con su Espíritu Santo.
Como miembros de su iglesia, ¿le permitiremos que impresione nuestras mentes y
trabaje mediante nosotros para su gloria? ¿Escucharemos los mensajes que dirige
a las iglesias? Decidamos estar entre los que, con gozo, se encontrarán con él
a su regreso, y no entre los que “se lamentarán sobre él”. Aseguremos nuestra
redención mediante la obediencia a los mensajes que da a su iglesia.
Cristo envía a su iglesia las palabras de consuelo: “Por cuanto has guardado la
palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de
venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí,
yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que
venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí;
y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios,
la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.
Apocalipsis 3:10-12
.
Esforcémonos para obtener una entrada triunfal en el reino de nuestro Señor.
Estudiemos con diligencia el evangelio que Cristo en persona le presentó a Juan
en la isla de Patmos, llamado “La
revelación
de Jesucristo, que Dios le dio, para
manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
Apocalipsis 1:1
.
Recordemos siempre que es “bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras
de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.
Apocalipsis 1:3
.—
The Signs of the Times, 4 de febrero de 1903
.
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