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Rodeados por la protección divina, 3 de mayo
“E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”.
Salmos
50:15
.
Cuando sufrimos pruebas que parecen inexplicables, no debemos permitir que
nuestra paz sea malograda. Por injusto que sea el trato recibido, no permitamos que
se despierte la pasión. Condescendiendo con un espíritu de venganza nos dañamos
a nosotros mismos. Destruimos nuestra propia confianza en Dios y ofendemos al
Espíritu Santo. Hay a nuestra lado un testigo, un mensajero celestial, que levantará
por nosotros una barrera contra el enemigo. Él nos envolverá con los brillantes
rayos del Sol de Justicia. A través de ellos Satanás no puede penetrar. No puede
atravesar este escudo de luz divina.
Mientras el mundo progresa en la impiedad, ninguno de nosotros necesita
hacerse la ilusión de que no tendrá dificultades. Serán ellas mismas las que nos
llevarán a la cámara de audiencia del Altísimo. Podemos pedir consejo a Aquel
que es infinito en sabiduría.
El Señor dice: “Invócame en el día de la angustia”.
Salmos 50:15
. Él nos invita
a presentarle lo que nos tiene perplejos, nuestras carencias y nuestra necesidad
de ayuda divina. Nos aconseja ser constantes en la oración. Tan pronto como las
dificultades surgen, debemos dirigirle nuestras sinceras y fervientes peticiones.
Las oraciones importunas evidencian nuestra vigorosa confianza en Dios. El
sentimiento de necesidad nos inducirá a orar con fervor, y nuestro Padre celestial
será movido por nuestras súplicas.
Los que sufran el oprobio o la persecución por causa de su fe, a menudo serán
tentados a pensar de que Dios los ha olvidado. A la vista de los hombres, se hallan
entre la minoría. Según todas las apariencias, sus enemigos triunfan sobre ellos.
Pero no violen su conciencia. Aquel que sufrió por ellos y llevó sus pesares y
aflicciones, no los olvidará.
Los hijos de Dios no son dejados solos e indefensos. La oración mueve
el brazo de la Omnipotencia. Por la oración, los hombres “sojuzgaron reinos,
obraron justicia, obtuvieron promesas, cerraron las bocas de los leones, apagaron
la violencia del fuego”—y llegamos a saber lo que esto significa cuando oímos
acerca de los mártires que murieron por su fe—, “pusieron en fuga a ejércitos de
gente extranjera”.
Hebreos 11:33, 34
.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 135,
136
.
[135]
134