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El aceite fluye constantemente, 9 de enero
Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que
por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?... Y él dijo:
Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra.
Zacarías 4:12, 14
.
Mediante esta figura, Zacarías ilustra la continua comunicación del Espíritu
Santo con la iglesia; la lección maravillosa nos infunde mucho ánimo. El profeta
dice: “Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que
es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí
un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima
del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él.
“Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto,
señor mío?... Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová
a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha
dicho Jehová de los ejércitos... Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las
dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como
oro?... Y el dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la
tierra”.
Zacarías 4:1-4, 6, 12, 14
.
Desde los dos olivos, el dorado aceite fluía a través de los tubos de oro hacia
el depósito del candelabro, y desde allí a las áureas lámparas que alumbraban al
santuario. De este modo, del Santo que permanece en la presencia de Dios, el
Espíritu divino es impartido a los instrumentos humanos que se han consagrado a
su servicio. La misión de los dos ungidos es comunicar luz y poder al pueblo de
Dios. Permanecen en su presencia para que recibamos sus bendiciones. Semejante
a los dos olivos que van vaciándose a sí mismos mediante los conductos de oro, los
mensajeros celestiales buscan la oportunidad para compartir lo que han recibido
de Dios. Todos los tesoros celestiales aguardan que los solicitemos, y, en la medida
en que recibamos sus bendiciones, nos corresponde impartirlas a otros. De este
modo son abastecidas las lámparas celestiales, y la iglesia llega a ser luz para el
mundo.—
The Review and Herald, 2 de marzo de 1897
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