Los discípulos, 23 de septiembre
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del
Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
Hechos 4:33
.
Después de la crucifixión de Cristo, los discípulos formaban un grupo des-
valido y desanimado, como ovejas sin pastor. Su Maestro había sido rechazado,
condenado y clavado en la ignominiosa cruz. Los sacerdotes y gobernantes judíos
habían declarado burlonamente: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si
es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él”.
Mateo 27:42
.
Pero la cruz, ese instrumento de vergüenza y tortura, trajo esperanza y sal-
vación al mundo. Los discípulos se reanimaron; los abandonó su desesperanza
e impotencia. Sus caracteres fueron transformados y los lazos de amor cristiano
unieron al grupo. Eran hombres humildes, sin riquezas, sin armas fuera de la
Palabra y el Espíritu de Dios, y considerados por los judíos como simples pesca-
dores; sin embargo, salieron con la fuerza de Cristo a testificar de la verdad y a
triunfar sobre toda oposición. Vestidos con la panoplia divina, empezaron a contar
la maravillosa historia del pesebre y de la cruz. Sin honores o reconocimiento
humanos, fueron héroes de la fe. De sus labios brotaron palabras de elocuencia
divina que sacudieron al mundo.
Los que habían rechazado y crucificado al Salvador esperaban ver a los discí-
pulos desanimados y abatidos, listos a renunciar al Señor. Oyeron con asombro el
testimonio claro y denodado de los apóstoles, proclamado bajo el poder del Espíri-
tu Santo. Los discípulos trabajaron y hablaron como su Maestro había trabajado y
hablado, y todos los que los oían, decían: “Han estado con Jesús, y han aprendido
de él”.
Cuando los apóstoles salieron por todas partes a predicar acerca de Jesús,
hicieron muchas cosas que los gobernantes judíos no aprobaron. La gente sacaba
a la calle a sus enfermos y a los perturbados por espíritus inmundos; se reunían
multitudes a su alrededor, y los que habían sido sanados voceaban sus alabanzas
a Dios y glorificaban el nombre de Aquel a quien los judíos habían condenado,
coronado de espinas, y hecho azotar y crucificar.—
The Signs of the Times, 20 de
setiembre de 1899
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