Demanda una alabanza gozosa, 21 de noviembre
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
Filipenses 4:4
.
Orad, orad fervientemente y sin cesar, pero no os olvidéis de alabar a Dios.
Incumbe a todo hijo de Dios vindicar su carácter. Podéis ensalzar a Jehová; podéis
mostrar el poder de la gracia sostenedora. Hay multitudes que no aprecian el gran
amor de Dios ni la compasión divina de Jesús. Miles consideran con desdén la
gracia sin par manifestada en el plan de redención. Todos los que participan de esa
gran salvación no son inocentes al respecto. No cultivan corazones agradecidos.
Pero el plan de la redención es un tema que los ángeles desean escudriñar; será la
ciencia y el canto de los redimidos a través de las edades sin fin de la eternidad.
¿No es digno de reflexión y estudio cuidadoso ahora? ¿No alabaremos a Dios
con corazón, alma y voz por sus “maravillas para con los hijos de los hombres”
Salmos 107:8
?
Alabemos al Señor en la congregación de su pueblo. Cuando la palabra del
Señor fue dirigida antiguamente a los hebreos, la orden fue: “Y diga todo el
pueblo, Amén”. Cuando el arca del pacto fue traída a la ciudad de David, y se
cantó un salmo de gozo y triunfo, “dijo todo el pueblo, Amén: y alabó a Jehová”
Salmos 106:48
;
1 Crónicas 16:36
. Esta ferviente respuesta era evidencia de que
comprendían la palabra hablada, y participaban en el culto de Dios.
Hay demasiado formalismo en nuestros servicios religiosos. El Señor quiere
que sus ministros prediquen la palabra vivificada por su Espíritu Santo; y los
hermanos que oyen no deben permanecer sentados en indiferencia soñolienta,
o mirar vagamente en el vacío, sin responder a lo dicho. La impresión que ello
da al que no es creyente, es desfavorable para la religión de Cristo. Estos pro-
fesos cristianos negligentes no están destituidos de ambiciones y celo cuando
se dedican a negocios mundanales; pero las cosas de importancia eterna no los
mueven profundamente. La voz de Dios, expresada por medio de sus mensajeros,
puede parecerles un canto agradable, pero desoyen sus sagradas amonestaciones,
reprensiones y estímulos. El espíritu del mundo los ha paralizado. Las verdades de
la Palabra de Dios se dirigen a oídos de plomo y corazones duros, sobre los que no
pueden hacer impresión. Debiera haber iglesias despiertas y activas para animar
y sostener a los ministros de Cristo, y para ayudarles en la obra de salvar almas.
Donde la iglesia ande en la luz, habrá siempre alegres y cordiales respuestas, y
palabras de alabanza gozosa.—
Joyas de los Testimonios 2:110-112
.
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