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Crucifixión del yo, 12 de febrero
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20
.
¿Hemos considerado con sinceridad y seriedad si delante de Dios tenemos una
actitud humilde para que, por nuestro intermedio, el Espíritu Santo pueda obrar con
poder transformador? Como hijos de Dios tenemos el privilegio de que el Espíritu
actúe en nosotros. Cuando el yo es crucificado, el Espíritu toma al quebrantado
de corazón y lo transforma en una vasija honrosa. Queda en sus manos como la
arcilla en poder del alfarero. Jesucristo quiere dotar a estos hombres y mujeres
con un poder moral, mental y físico superior. Las gracias del Espíritu son las que
dan solidez al carácter, y, si ejercen una influencia para el bien, es gracias a Cristo
que habita en el creyente.
A menos que el reavivamiento del Espíritu se produzca y el poder de conversión
se manifieste en las iglesias, todo lo que puedan profesar los feligreses jamás los
hará cristianos. Hay pecadores en Sión que necesitan arrepentirse de los males que
han acariciado como tesoros preciosos. A menos que los vean, y los extirpen, y
que cada defecto y expresión de un carácter sin amor sea transformado en virtud de
la influencia del Espíritu, Dios no podrá manifestar su poder. Hay más esperanza
para un pecador declarado, que para los profesos justos que son impuros, corruptos
y sin santidad.
¿Quién desea examinarse? ¿Quién está dispuesto a señalar sus acariciados
ídolos pecaminosos y permitir que Cristo purifique el templo interior arrojando
a los compradores y vendedores? ¿Quién quiere dejar entrar a Jesús para que lo
limpie de toda lo que empaña y corrompe? La medida es: “Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Mateo 5:48
.
Dios ordena a hombres y mujeres que se liberen del yo; sólo así el Espíritu tendrá
libre acceso al corazón. Sin embargo, no intente realizar esta obra por sí mismo.
Pídale a Dios que obre en usted, y también por su intermedio, hasta hacer suyas
las palabras del apóstol: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo vive en mí”.
Gálatas
2:20
.—
Manuscript Releases 1:366, 367
.
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