Página 221 - Servicio Cristiano (1981)

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La obra entre las personas pudientes y de influencia
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Dios busca obreros fervientes y humildes que lleven el Evangelio
a las clases encumbradas.—
Los Hechos de los Apóstoles, 113
.
Seguridad en cuanto a los resultados
Se han de obrar milagros de genuinas conversiones, milagros
que actualmente no se ven. Los mayores hombres de esta tierra no
están fuera del alcance del poder de un Dios que obra maravillas. Si
aquellos que son obreros juntamente con él aprovechan las oportu-
nidades, cumpliendo fiel y valientemente su deber, Dios convertirá
a hombres que ocupan puestos de responsabilidad, hombres de in-
telecto e influencia. Mediante el poder del Espíritu Santo, muchos
aceptarán los principios divinos. Convertidos a la verdad, llegarán
a ser agentes en las manos de Dios para comunicar la luz. Sentirán
una preocupación especial por otras almas de esta clase descuidada.
Consagrarán tiempo y dinero a la obra del Señor, y se añadirán nueva
eficiencia y nuevo poder a la iglesia.—
Los Hechos de los Apóstoles,
113, 114
.
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Muchos de los que ocupan altos puestos sociales tienen el cora-
zón apenado y enfermo de vanidad. Anhelan una paz que no tienen.
En las esferas más elevadas de la sociedad hay quienes tienen ham-
bre y sed de salvación. Muchos recibirían ayuda si los obreros del
Señor se acercaran a ellos personalmente, con maneras amables y
corazón enternecido por el amor de Cristo.—
Lecciones Prácticas
del Gran Maestro, 212
.
Muchos de los mayores eruditos y estadistas, los más eminen-
tes hombres del mundo, se apartarán en estos últimos días de la
luz, porque el mundo con toda su sabiduría no conoce a Dios. No
obstante, los siervos de Dios han de aprovechar toda oportunidad
para comunicar la verdad a estos hombres. Algunos reconocerán su
ignorancia de las cosas divinas y ocuparán un lugar como humildes
aprendices a los pies de Jesús, el gran Maestro.—
Los Hechos de los
Apóstoles, 196
.
Hombres ricos de los tiempos bíblicos
Este etíope era hombre de buena posición y amplia influencia.
Dios vió que, una vez convertido, comunicaría a otros la luz recibida,