Página 91 - Servicio Cristiano (1981)

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La organización de las fuerzas cristianas
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El secreto del éxito
El secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el tra-
bajo armonioso de nuestro pueblo. Debe haber acción concentrada.
Todo miembro del cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte en
la causa de Dios, de acuerdo con la capacidad que Dios le ha dado.
Debemos avanzar juntos para vencer obstrucciones y dificultades,
hombro con hombro, y corazón con corazón.—
The Review and
Herald, 2 de diciembre de 1890
.
Si los cristianos actuaran de concierto, avanzando como un solo
hombre, bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un
solo propósito, conmoverían al mundo.—
Testimonies for the Church
9:221
.
[96]
Los ángeles trabajan armoniosamente. Un orden perfecto carac-
teriza todos sus movimientos. Cuanto más de cerca podamos imitar
la armonía y el orden de la hueste angelical, mayor será el éxito que
coronará los esfuerzos de estos agentes celestiales en nuestro favor.
Si no vemos necesidad de acción armoniosa, y somos desordenados,
indisciplinados y desorganizados en nuestra conducta, los ángeles,
que se hallan cuidadosamente organizados y se mueven en perfecto
orden, no podrán trabajar por nosotros con éxito. Se apartan con
pesar, porque no están autorizados a bendecir la confusión, la distrac-
ción, y la desorganización. Todos los que desean la cooperación de
los mensajeros celestiales, deben trabajar al unísono con ellos. Los
que tengan la unción de lo alto, estimularán en todos sus esfuerzos el
orden, la disciplina y la unidad de acción, y entonces los ángeles de
Dios podrán cooperar con ellos. Pero, estos mensajeros celestiales
nunca darán su apoyo a la irregularidad, la desorganización y el
desorden.—
Testimonies for the Church 1:649, 650
.
Una amonestación oportuna
Se necesita trabajo sistemático; pero donde algunos de vosotros
empleáis tanto tiempo en proyectar y planear, y prepararos para el
trabajo, Satanás ocupa de antemano el campo con fábulas fascina-
doras, y la atención de los hombres llega a estar absorbida en las
decepciones del archiengañador.—
The Review and Herald, 13 de
marzo de 1888
.