Estudiar las palabras de Cristo, no las opiniones humanas, 30
de julio
Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo.
Juan 1:17
.
Jesús era la luz del mundo. Vino de Dios con un mensaje de esperanza y
salvación para los hijos caídos de Adán. Si los hombres y las mujeres quisieran
recibirlo como su Salvador personal, él prometió restaurarlos a la imagen de Dios
y redimir todo lo que se había perdido por causa del pecado. Presentó la verdad a
los seres humanos sin una hebra entretejida de error. Cuando enseñó, sus palabras
vinieron con autoridad, porque habló con conocimiento positivo de la verdad.
La enseñanza de los mortales es totalmente diferente de la enseñanza de Cristo.
Hay una tendencia constante por parte de los humanos a presentar sus propias
teorías y opiniones como asuntos dignos de atención, aun cuando no tengan
fundamento en la verdad. Son muy tenaces para sus ideas erróneas y para sus
opiniones ociosas. Se aferrarán firmemente a las tradiciones de la humanidad, y
las defenderán tan vigorosamente como si fueran realmente la verdad.
Jesús declaró que cada uno que fuera de la verdad oiría su voz. Cuánto más
poder acompañaría hoy a la predicación de la Palabra si los ministros se espaciaran
menos sobre teorías y argumentos humanos, y mucho más sobre las lecciones de
Cristo y sobre la piedad práctica. El que estuvo en el consejo de Dios, que había
morado en su presencia, estaba bien familiarizado con el origen y los elementos
de la verdad, y entendía su relación e importancia para la humanidad. Presentó
al mundo el plan de salvación, y desplegó verdad del orden más elevado, incluso
palabras de vida eterna.
Patriarcas, profetas y apóstoles hablaron según eran movidos por el Espíritu
Santo, y declararon claramente que hablaban no por su propio poder ni en su
propio nombre. Deseaban que no se les atribuyera ningún crédito, para que nadie
los considerara como los originadores de algo de lo cual pudieran gloriarse. Fueron
celosos por el honor de Dios, a quien pertenece toda alabanza. Declararon que su
capacidad y los mensajes que trajeron les fueron dados como delegados del poder
de Dios. Dios fue su autoridad y suficiencia...
Cristo es el Autor de toda verdad. Toda concepción brillante, todo pensamiento
de sabiduría, toda capacidad y talento de los seres humanos, son dones de Cristo.
Él no tomó ideas nuevas de la humanidad, porque él es el originador de todo.—
The
Review and Herald, 7 de enero de 1890
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