La sabiduría y el amor de Dios revelados en la naturaleza, 3 de
agosto
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en
todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Génesis 1:28
.
La santa pareja miraba la naturaleza como un cuadro de hermosura sin par.
La tierra de color marrón estaba vestida con una alfombra de animado verdor,
diversificado con una variedad interminable de flores que se propagaban por sí
solas y se perpetuaban. Arbustos, flores y vides trepadoras regalaban los sentidos
con su belleza y fragancia. Las muchas variedades de árboles elevados estaban
cargadas con frutos de toda clase, y de sabor delicioso, adaptados para complacer
el paladar y satisfacer las necesidades de la feliz pareja. Dios proporcionó ese
hogar del Edén para nuestros primeros padres, dándoles evidencias inequívocas
del gran amor y cuidado que tenía por ellos.
Adán fue coronado rey en el Edén. Se le dio dominio sobre toda cosa viviente
que Dios había creado. El Señor bendijo a Adán y a Eva con una inteligencia que
no dio a ninguna otra criatura. Hizo de Adán el legítimo soberano de todas las
obras de las manos de Dios...
Adán y Eva podían trazar la habilidad y la gloria de Dios en cada brizna de
hierba y en cada arbusto y cada flor. La hermosura natural que los rodeaba, al
igual que un espejo, reflejaba la sabiduría, excelencia y amor de su Padre celestial.
Y sus cánticos de afecto y alabanza se elevaban dulce y reverentemente hacia
el cielo, armonizando con los cantos de los ángeles exaltados, y con las felices
aves que cantaban alegremente su música sin sobresaltos. No había enfermedad,
decadencia, ni muerte por ningún lado. Había vida en cada cosa sobre la que
descansaba la vista. La atmósfera estaba impregnada con vida. Había vida en cada
hoja, en cada flor y en cada árbol.
El Creador sabía que Adán no podía ser feliz sin ocupación; por lo tanto, le
dio la placentera ocupación de labrar el jardín. Y mientras cuidaba las cosas de
belleza y utilidad que había a su alrededor, podía contemplar la bondad y la gloria
de Dios en sus obras creadas. Adán tenía temas para la contemplación en las obras
de Dios en el Edén, que era el cielo en miniatura.
Dios no formó al hombre meramente para contemplar sus obras gloriosas;
por lo tanto, le dio manos para trabajar, así como una mente y un corazón para la
contemplación. Si la felicidad del hombre consistiera en no hacer nada, el Creador
no le habría dado a Adán la obra que le señaló que hiciera. En el trabajo, el hombre
iba a encontrar felicidad, como también la iba a encontrar en la meditación.—
The
Review and Herald, 24 de febrero de 1874
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