Página 248 - Ser Semejante a Jes

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Muchas lecciones que aprender de la naturaleza, 17 de agosto
Alaben el nombre de Jehová; porque él mandó, y fueron creados. Los hizo
eternamente y para siempre; les puso ley que no será quebrantada.
Salmos
148:5, 6
.
Es hermosa la descripción que hace el salmista del cuidado de Dios por las
criaturas de los bosques: “Los montes altos para las cabras monteses; las peñas,
madrigueras para los conejos”.
Salmos 104:18
. Él hace correr los manantiales por
las montañas donde los pájaros tienen su habitación y “cantan entre las ramas”.
Salmos 104:12
. Todas las criaturas de los bosques y de las montañas forman parte
de su gran familia. Él abre la mano y satisface con “bendición a todo ser viviente”.
Salmos 145:16
.
El águila de los Alpes es a veces arrojada por la tempestad a los estrechos
desfiladeros de las montañas. Las nubes tormentosas cercan a esta poderosa ave
del bosque, y con su masa oscura la separan de las alturas asoleadas donde ha
construído su nido. Los esfuerzos que hace para escapar parecen infructuosos. Se
precipita de aquí para allá, bate el aire con sus fuertes alas y despierta el eco de las
montañas con sus gritos. Al fin se eleva con una nota de triunfo y, atravesando las
nubes, se encuentra una vez más en la claridad solar, por encima de la oscuridad y
la tempestad.
Nosotros también podemos hallarnos rodeados de dificultades, desaliento y
oscuridad. Nos cerca la falsedad, la calamidad, la injusticia. Hay nubes que no
podemos disipar. Luchamos en vano con las circunstancias. Hay una sola vía de
escape. Las neblinas y brumas cubren la tierra; más allá de las nubes brilla la luz
de Dios. Podemos elevarnos con las alas de la fe hasta la región de la luz de su
presencia.
Muchas lecciones se pueden aprender de ese modo. La de la confianza propia,
del árbol que crece solo en la llanura o en la ladera de la montaña, hundiendo
sus raíces hasta lo profundo de la tierra y desafiando con su fuerza la tempestad.
La del poder de la primera influencia, del tronco torcido, nudoso y doblado al
cual ningún poder terrenal puede devolver la simetría perdida. La del secreto de
una vida santa, del nenúfar que, en el fondo de un estanque sucio, rodeado por
desperdicios y malezas, entierra su tallo acanalado hasta encontrar la arena pura
y, sacando de allí su vida, eleva su flor fragante, de una pureza impecable, hasta
encontrar la luz.—
La Educación, 118, 119
.
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