Página 250 - Ser Semejante a Jes

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La naturaleza enseña el valor de obedecer la ley, 19 de agosto
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a
tierra sin vuestro Padre.
Mateo 10:29
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El gran Maestro puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza para que
oyeran la voz que habla en todas las cosas creadas, y a medida que su corazón se
hacía más sensible y su mente más receptiva, les ayudaba a interpretar la enseñanza
espiritual de las escenas que contemplaban sus ojos. Las parábolas, por medio de
las cuales le gustaba enseñar lecciones de verdad, muestran cuán abierto estaba su
espíritu a las influencias de la naturaleza y cómo le agradaba extraer la enseñanza
espiritual del ambiente en que transcurría la vida diaria.
Cristo se valía de las aves del cielo, los lirios del campo, el sembrador y la
semilla, el pastor y las ovejas, para ilustrar verdades inmortales. También obtenía
ilustraciones de los acontecimientos de la vida, de cosas familiares a sus oyentes,
tales como la levadura, el tesoro escondido, la perla, la red del pescador, la moneda
perdida, el hijo pródigo, las casas construidas en la arena y en la roca. En sus
lecciones había algo para interesar a cada mente e impresionar cada corazón. De
ese modo la tarea diaria, en vez de ser una serie repetida de trabajos, exenta de
pensamientos elevados, resultaba animada por recuerdos constantes de lo espiritual
y lo invisible.
Del mismo modo deberíamos enseñar nosotros. Aprendan los niños a ver en la
naturaleza una expresión del amor y de la sabiduría de Dios; vincúlese el concepto
del Creador al ave, la flor y el árbol; lleguen todas las cosas visibles a ser para
ellos interpretaciones de lo invisible, y todos los sucesos de la vida medios de
enseñanza divina.
Al mismo tiempo que aprenden así a estudiar lecciones que enseñan todas las
cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstrese que las mismas leyes
que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida deben regirnos a noso-
tros; que son promulgadas para nuestro bien; y que únicamente obedeciéndolas
podemos hallar felicidad y éxito verdaderos.—
La Educación, 102, 103
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