Un librito produce grandes resultados, 14 de septiembre
El sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla
cayó junto al camino... Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a
ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
Mateo 13:3, 4, 8, 9
.
Después de haber terminado la reunión [un culto del congreso en Míchigan],
una hermana me tomó sinceramente de la mano, expresando gran regocijo por
encontrarse de nuevo con la Hna. White. Preguntó si yo recordaba hacer visitado
una vez una casa de madera en los bosques, 22 años atrás. Ella nos sirvió un
refrigerio, y yo le dejé un librito titulado
Experience and Views
.
Declaró que había prestado ese librito a sus vecinos, a medida que nuevas
familias se establecían en su vecindario, hasta que el librito se gastó casi com-
pletamente; expresó su gran deseo de obtener otro ejemplar del mismo libro. Sus
vecinos estaban profundamente interesados en él, y se sentían anhelosos de ver
a la autora. Dijo que cuando la visité, le hablé de Jesús y de las hermosuras del
cielo, y que las palabras fueron habladas con tal fervor, que quedó encantada y
que nunca las había olvidado.
Desde ese tiempo el Señor había enviado a pastores para predicarles la verdad,
y ahora había todo un grupo de observadores del sábado. La influencia de ese
librito, ahora gastado por el uso, se había extendido de uno a otro, realizando su
obra silenciosa, hasta que el terreno estaba listo para la simiente de la verdad.
Bien recuerdo el largo viaje que realizamos hace 22 años, en Míchigan. Estába-
mos de viaje para realizar una reunión en Vergennes. Nos encontrábamos a 20 km
de nuestro destino. Nuestro conductor había recorrido repetidamente ese camino,
y lo conocía bien, pero tuvo que reconocer que se había perdido. Viajamos 65
kilómetros ese día, por los bosques, sobre troncos y árboles caídos, donde apenas
había un rastro de camino...
No podíamos entender por qué debíamos ser abandonados en este extraor-
dinario errar por el desierto. Nunca nos sentimos más satisfechos que cuando
distinguí un pequeño claro en el cual había una cabaña, donde encontramos a la
hermana que mencioné. Bondadosamente nos dio la bienvenida a su hogar, y nos
proporcionó un refrigerio, que fue recibido con agradecimiento. Mientras descan-
sábamos, hablé con la familia y les dejé un librito. Ella lo aceptó alegremente y lo
ha conservado hasta el día de hoy.
Durante 22 años las idas y venidas que caracterizaron ese viaje nos han
parecido misteriosas, pero aquí encontramos a todo un grupo que ahora está
compuesto por creyentes en la verdad, y que atribuyen su primer conocimiento a
la influencia de ese librito.—
El Evangelismo, 328, 329
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