El amor a Dios es esencial para una salud perfecta, 31 de
octubre
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
1 Corintios 6:20
.
Nuestro cuerpo pertenece a Dios. Él pagó el precio de la redención por el
cuerpo como también por el alma... El Creador vigila la maquinaria humana, man-
teniéndola en movimiento. Si no fuera por su cuidado constante, cesarían nuestras
pulsaciones, la acción del corazón se detendría y el cerebro no desempeñaría su
labor por más tiempo.
El cerebro es el órgano e instrumento de la mente, y controla todo el cuerpo.
Para que las otras partes del organismo estén saludables, el cerebro debe tener
salud. Y para que el cerebro tenga salud, la sangre debe estar pura. Si por medio
de hábitos correctos de comer y beber la sangre se mantiene pura, el cerebro se
nutrirá en forma adecuada.
Es la falta de una acción armoniosa en el organismo humano lo que ocasiona
la enfermedad. La imaginación puede controlar las otras partes del cuerpo para
su propio mal. Todas las partes del organismo deben funcionar armoniosamente.
Las diferentes partes del cuerpo, especialmente las alejadas del corazón, deben
recibir una libre circulación de la sangre. Las extremidades realizan una actividad
importante, y deben recibir una atención esmerada.
Dios es el gran Cuidador de la maquinaria humana. En el cuidado de nuestro
cuerpo debemos cooperar con él. El amor por Dios es esencial para la vida y
la salud... Para tener una salud perfecta, nuestro corazón debe rebosar de amor,
esperanza y gozo...
Los que aplican toda su alma a la obra médico-misionera, que trabajan incansa-
blemente en peligros, en privaciones, en vigilias, en cansancio y en dolores, corren
el riesgo de olvidar que deben ser guardianes fieles de sus propias facultades
mentales y físicas. No deben permitirse recargo de trabajo. Pero están llenos de
celo y dedicación y algunas veces actúan imprudentemente, colocando sobre sus
hombros una carga muy pesada. A menos que tales obreros hagan un cambio, el
resultado será la enfermedad y el quebranto...
Tenemos un llamamiento tanto más elevado que los egoístas intereses comunes,
cuanto los cielos son más altos que la tierra. Pero este pensamiento no debe inducir
a los siervos de Dios, dispuestos y trabajadores, a llevar todas las cargas que puedan
colocar sobre ellos mismos sin tomar períodos de reposo.—
El ministerio médico,
387-389
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