Página 340 - Ser Semejante a Jes

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Hablar de Jesús y reflejar el gozo de ser cristiano, 13 de
noviembre
Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo... el
cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos
también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por
medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
2
Corintios 1:3, 4
.
Si nuestro pueblo no disfruta de mucho trabajo ministerial, es de la mayor
importancia que se coloquen... en una recta relación con Dios, de modo que
puedan recibir sus bendiciones y llegar a ser canales de luz para otros. La frase
“obra misionera” incluye mucho más de lo que se supone comúnmente. Cada
verdadero seguidor de Cristo es un misionero, y hay casi una infinita variedad de
formas en las cuales trabajar. Pero hay algo que con frecuencia se pasa por alto y se
descuida: la obra de hacer las reuniones de oración y testimonios tan interesantes
como debieran ser. Si todos cumplieran su deber con fidelidad, estarían tan llenos
de paz, fe, valor, y tendrían tales experiencias para relatar en las reuniones, que
otros quedarían refrescados por su claro y fuerte testimonio en favor de Dios.
Nuestras reuniones de oración y testimonios no son lo que deberían ser:
momentos de ayuda especial y de ánimo de unos para los otros. Cada uno tiene
un deber que cumplir para hacer esas reuniones tan interesantes y provechosas
como sea posible. Esto puede ser hecho mejor al tener una experiencia renovada
diariamente en las cosas de Dios, y no vacilando en hablar de su amor en las
asambleas de sus santos.
Si no permiten que las tinieblas y la incredulidad entren en su corazón, no se
manifestará en las reuniones. No le den satisfacción al enemigo espaciándose en
los lados sombríos de su experiencia, sino confíen en Jesús más plenamente para
que les dé ayuda para resistir la tentación. Si pensáramos y habláramos más de
Jesús y menos de nosotros mismos, tendríamos mucho más de su presencia en
nuestras reuniones.
Cuando hacemos que nuestra experiencia cristiana le parezca a los no creyen-
tes, o al uno con el otro, como una experiencia lúgubre, llena de pruebas, dudas
y perplejidades, deshonramos a Dios; no representamos correctamente a Jesús
o la fe cristiana. Tenemos un amigo en Jesús, que nos ha dado la evidencia más
palpable de su amor, y que puede y está dispuesto a dar vida y salvación a todos
los que acuden a él...
No es necesario para nosotros estar siempre tropezando y arrepintiéndonos
y describiendo cosas amargas contra nosotros. Es nuestro privilegio creer las
promesas de la Palabra de Dios, y aceptar las bendiciones que Jesús desea impartir,
para que nuestro gozo sea pleno.—
The Review and Herald, 20 de julio de 1886
.
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