Esparcir la luz a través del mundo oscuro, 19 de noviembre
Porque pasando y mirando vuestros santuarios hallé también un altar en el
cual estaba esta inscripción: al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis,
pues, sin conocerle, es a quien yo os anunció.
Hechos 17:23
.
Jesús enseñó a sus discípulos que eran deudores tanto de los judíos como de
los griegos, de los sabios y de los incultos, y les hizo entender que las distinciones
de raza, casta y líneas divisorias hechas por los seres humanos no eran aprobadas
por el Cielo y no habrían de tener influencia en la obra de diseminar el evangelio.
Los discípulos de Cristo no habrían de hacer distinciones entre sus prójimos y sus
enemigos, sino que debían considerar a toda persona como un prójimo necesitado
de ayuda, y al mundo como su campo de labor, buscando salvar a los perdidos.
Jesús ha dado a cada hombre y a cada mujer su obra, tomándolo del estrecho
círculo que le había trazado su egoísmo, anulando líneas divisorias y todas las otras
distinciones artificiales de la sociedad; no pone límite para el celo misionero, sino
que ordena a sus seguidores extender sus labores hasta lo último de la tierra...—
En
Lugares Celestiales, 321
.
El campo de labor presenta una vasta comunidad de seres humanos que están
en las tinieblas del error, que están llenos de anhelos, que oran a Aquel a quien no
conocen. Necesitan escuchar la voz de los que son obreros juntamente con Dios,
diciéndoles, como Pablo les dijo a los atenienses: “Al que vosotros adoráis, pues,
sin conocerle, es a quien yo os anunció”.
Hechos 17:23
.
Los miembros de la iglesia de Cristo deben ser obreros fieles en el gran campo
de cosecha. Deben estar trabajando diligentemente y orando fervientemente,
progresando y difundiendo luz en medio de las tinieblas morales del mundo,
porque ¿no están los ángeles del cielo impartiéndoles inspiración divina? Nunca
deben pensar, y mucho menos hablar de fracaso en su obra... Deben estar llenos
de esperanza, sabiendo que no cuentan con habilidades humanas o con recursos
finitos, sino que cuentan con la ayuda divina prometida: el ministerio de los seres
celestiales que se han comprometido a abrir el camino delante de ellos...
Los ángeles de Dios abrirán el camino delante de nosotros, preparando los
corazones para el mensaje del evangelio, y el poder prometido acompañará al
obrero, y “la gloria de Jehová será tu retaguardia”.
Isaías 58:8
.—
The Review and
Herald, 30 de octubre de 1894
.
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