Los ángeles se unen con nosotros cuando ayudamos a los
necesitados, 30 de noviembre
¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo.
Isaías 27:5
.
Hay muchos que yerran, y que sienten su vergüenza e insensatez. Miran sus
faltas y errores hasta ser arrastrados casi a la desesperación. No debemos descuidar
a esas almas. Cuando uno tiene que nadar contra la corriente, toda la fuerza de
ésta lo rechaza. Extiéndasele una mano auxiliadora como se extendió la mano
del Hermano Mayor hacia Pedro cuando se hundía. Diríjansele palabras llenas de
esperanza, palabras que establezcan la confianza y despierten en ellos el amor.
Tu hermano, enfermo de espíritu, te necesita, como tú mismo necesitaste el
amor de un hermano... El conocimiento de nuestra propia debilidad debe ayudarnos
a auxiliar a otros en su amarga necesidad. Nunca debemos pasar por alto a un alma
que sufre sin tratar de impartirle el consuelo con que nosotros somos consolados
de Dios.
Es la comunión con Cristo, el contacto personal con un Salvador vivo, lo que
habilita a la mente, el corazón y el alma para triunfar sobre la naturaleza inferior...
[El errante] necesita asir una mano cálida, confiar en un corazón lleno de ternura.
Mantengan su mente fija en el pensamiento de una presencia divina que está
siempre a su lado, que siempre lo mira con amor compasivo...
Cuando se dedican a esta obra, tienen compañeros invisibles a los ojos huma-
nos. Los ángeles del cielo estaban al lado del samaritano que atendió al extranjero
herido. Y están al lado de todos los que prestan servicio a Dios, ministrando a
sus semejantes. Y tienen la cooperación de Cristo mismo. Él es el Restaurador, y
mientras trabajen bajo su dirección verán grandes resultados.
De nuestra fidelidad en esta obra no sólo depende el bienestar de otros, sino
nuestro propio destino eterno. Cristo está tratando de elevar a todos los que quieran
ser elevados a un compañerismo consigo, para que podamos ser uno con él, como
él es uno con el Padre. Nos permite llegar a relacionarnos con el sufrimiento y
la calamidad con el fin de sacarnos de nuestro egoísmo; trata de desarrollar en
nosotros los atributos de su carácter: la compasión, la ternura y el amor. Aceptando
esta obra de ministración, nos colocamos en su escuela, con el fin de ser hechos
idóneos para las cortes de Dios.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 319-321
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