Página 16 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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La Segunda Venida y el Cielo
cual los santos miraban con anhelo desde que la espada flamígera
echó del Edén a la primera pareja, el tiempo de “la redención de la
posesión adquirida”. La tierra originalmente dada al hombre como
reino suyo, entregada alevosamente por él a las manos de Satanás,
y durante tanto tiempo dominada por el poderoso enemigo, será
recobrada por el gran plan de redención.
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Todo lo que perdió el primer Adán será restaurado por el segundo.
Dice el profeta: “Oh torre del rebaño, la fortaleza de la hija de Sión
vendrá hasta ti: y el señorío primero”. Y Pablo señala hacia delante,
a “la redención de la posesión adquirida”.
Dios creó la tierra para que fuese morada de seres santos y
felices. Ese propósito se cumplirá cuando, renovada por el poder
de Dios y liberada del pecado y de la tristeza, llegue a ser la patria
eterna de los redimidos.—
El Hogar Cristiano, 489
.
Para hacer nuevas todas las cosas
—La obra de la redención
estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de
Dios. La tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha
de quedar no sólo redimida sino exaltada. Nuestro pequeño mundo,
que es bajo la maldición del pecado la única mancha obscura de
su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás
mundos en el universo de Dios. Aquí, donde el Hijo de Dios habitó
en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió;
aquí, cuando renueve todas las cosas, estará el tabernáculo de Dios
con los hombres, “morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el
mismo Dios será su Dios con ellos”. Y a través de las edades sin fin,
mientras los redimidos anden en la luz del Señor, le alabarán por
su Don inefable: Emmanuel; “Dios con nosotros”.—
El Deseado de
Todas las Gentes, 18
.
Para comprender el costo de la redención
—Nunca podrá
comprenderse el costo de nuestra redención hasta que los redimidos
estén con el Redentor delante del trono de Dios. Entonces, al percibir
de repente nuestros sentidos arrobados las glorias de la patria eterna,
recordaremos que Jesús dejó todo esto por nosotros, que no sólo
se desterró de las cortes celestiales, sino que por nosotros corrió el
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riesgo de fracasar y de perderse eternamente. Entonces arrojaremos
nuestras coronas a sus pies, y elevaremos este canto: “¡Digno es el
Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la