Página 32 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
mismo en que permite que su apetito lo domine y él trueca sus
facultades de raciocinio por la bebida embriagante. Fue su propio
acto lo que lo llevó más bajo que las bestias, y el crimen cometido
cuando está en estado de embriaguez debiera ser castigado tan seve-
ramente como si la persona tuviera todo el poder de sus facultades
de raciocinio.—
Spiritual Gifts 4:125
.
Ebriedad y crimen antes del diluvio y ahora
—Los males que
son tan evidentes en la época actual, son los mismos que trajeron la
destrucción al mundo antediluviano. “En los días antes del diluvio”
uno de los pecados prevalecientes era la embriaguez. Del registro
del Génesis aprendemos que “se corrompió la tierra delante de Dios,
y estaba la tierra llena de violencia”. El crimen reinaba supremo;
la vida misma estaba insegura. Los hombres cuya razón estaba
destronada por la bebida embriagante, consideraban una cosa baladí
el tomar la vida de un ser humano.
“Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hom-
bre”. La embriaguez y el crimen que ahora prevalecen, han sido
predichos por el mismo Salvador. Estamos viviendo en los días fi-
nales de la historia de esta tierra. Es un tiempo solemnísimo. Todo
señala la pronta venida de nuestro Señor.—
The Review and Herald,
25 de octubre de 1906
.
Los juicios de Dios en nuestros días
—Debido a la impiedad
que se produce en gran medida como resultado del uso del al-
cohol, los juicios de Dios están cayendo hoy sobre nuestra tierra.—
Counsels on Health, 432
.
La lección objetiva de San Francisco
—Por cierto tiempo des-
pués del gran terremoto de la costa de California, las autoridades
de San Francisco y de algunas ciudades y poblaciones menores or-
denaron el cierre de las tabernas. Fue tan notable el efecto de esta
ordenanza estrictamente cumplida que los hombres pensadores de
todo el país, especialmente en la costa del Pacífico, dirigieron su
atención hacia las ventajas que resultarían de un cierre permanente
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de todos los despachos de bebidas. Durante muchas semanas si-
guientes al terromoto, en San Francisco se vio muy poca ebriedad.
No se vendían bebidas embriagantes. El estado de cosas desorga-
nizado y confuso, hacía que las autoridades urbanas temieran un
aumento anormal del desorden y del crimen, y quedaron grandemen-
te sorprendidas al comprobar lo contrario. Aquellos de los cuales