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El nacimiento de Jesús
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Jesús podría haber permanecido al lado del Padre, luciendo la
corona y el manto reales; pero por nuestra causa escogió cambiar
las riquezas del cielo por la pobreza de la tierra.
Por amor a nosotros aceptó una vida de privaciones y una muerte
vergonzosa. Prefirió dejar a los ángeles que lo amaban y abandonar
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su puesto de Comandante supremo. Eligió cambiar la adoración
de la hueste angelical por las burlas y el escarnio de los hombres
malvados.
Jesús hizo todo esto para mostrarnos cuánto nos ama Dios. Vivió
sobre la tierra para enseñarnos cómo hemos de honrar a Dios por la
obediencia a su voluntad. Lo hizo para que, siguiendo su ejemplo,
podamos finalmente vivir con él en su hogar celestial.
Ángeles y pastores
Los sacerdotes y gobernantes judíos no estaban listos para dar-
le la bienvenida. Sabían que el Salvador vendría pronto, pero lo
esperaban como un rey poderoso que los haría ricos y grandes.
Eran demasiado orgullosos para pensar en el Mesías como un niño
indefenso.
De manera que cuando Cristo nació, Dios no se lo reveló a ellos.
Envió las buenas nuevas a algunos pastores que cuidaban sus rebaños
en las colinas cercanas a Belén.
Eran hombres tan buenos que, mientras guardaban sus ovejas de
noche, hablaban acerca del Salvador prometido y oraban ferviente-
mente por su venida, Dios envió mensajeros resplandecientes desde
su propio trono de luz para darles esa noticia.
“Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los
rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo:
“—No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será
para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis
al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
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“Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las hues-
tes celestiales, que alababan a Dios y decían: