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La Única Esperanza
Los mudos cuyas lenguas había soltado, prorrumpían en las
hosannas más inspiradoras.
Los paralíticos a quienes había sanado saltaban de gozo, y eran
los más activos en arrancar ramas de palmas y en agitarlas delante
de él.
Viudas y huérfanos exaltaban el nombre de Jesús por sus obras
de misericordia en su favor.
Los que habían sido aborrecidos por causa de la lepra y habían
sido sanados por el poder de su palabra, tapizaban el camino con sus
vestiduras.
También estaban allí los que habían sido resucitados de los
muertos por la voz creadora y restauradora del Salvador.
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Y Lázaro, cuyo cuerpo había sufrido la descomposición en la
tumba, pero que ahora gozaba de la fortaleza de una gloriosa viri-
lidad, estaba con la feliz multitud que escoltaba al Salvador en su
desplazamiento rumbo a Jerusalén.
A medida que se añadían nuevos grupos a la procesión, estas
personas captaban la inspiración de esa hora y se unían en los
clamores, cuyos ecos resonaban de colina en colina y de valle en
valle:
“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre
del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
Mateo 21:9
.
“Maestro, reprende a tus discípulos”
Muchos fariseos presenciaron esta escena con desagrado, porque
sintieron que estaban perdiendo el dominio sobre el pueblo. Con
toda su autoridad trataron de silenciar a los manifestantes, pero
sus amenazas y discursos sólo aumentaban el entusiasmo de los
creyentes.
En vista de que no podían dominar al pueblo, se abrieron paso a
través de la multitud hasta donde se encontraba Jesús, y le dijeron:
“Maestro, reprende a tus discípulos”.
Declararon que un tumulto tal era ilegal, y que no sería permitido
por los gobernantes.
Jesús dijo: “Os digo que si éstos callaran las piedras clamarían”.
Lucas 19:39, 40
.