Los ángeles en la crisis final
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una bendición, sino para contraatacar las influencias del Espíritu de
Dios...
Nunca debemos aceptar palabras que hablen labios humanos
para confirmar a los malos ángeles en su obra, sino que debemos
repetir las palabras de Cristo. Cristo era el instructor en las asambleas
de estos ángeles antes de que cayeran de su alto estado.—
Mensajes
Selectos 3:468-469
.
Satanás y sus ángeles aparecerán en la tierra como hombres, y se
mezclarán con aquellos de quienes la Palabra de Dios dice: “Algunos
apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y doctrinas
de demonios”.
1 Timoteo 4:1
...
[271]
Cuando estos engaños espiritistas sean revelados en su verda-
dero carácter—obras secretas de los malos espíritus—aquellos que
participaron en ellos se volverán como hombres que han perdido la
razón.—
Manuscript Releases 8:345
.
Vi a nuestro pueblo en gran angustia, llorando, orando y recla-
mando las fieles promesas de Dios, en tanto que los impíos estaban
alrededor de nosotros burlándose y amenazando con destruirnos.
Ridiculizaban nuestra debilidad, se mofaban de nuestra insignifi-
cancia numérica y nos vituperaban con palabras concebidas para
ofender profundamente. Nos acusaban de haber adoptado una posi-
ción independiente de todo el resto del mundo. Nos habían quitado
nuestros recursos de modo tal que no podíamos comprar ni vender
y señalaban nuestra abyecta pobreza y nuestra agobiante situación.
No lograban comprender cómo podíamos vivir apartados del mun-
do. Según ellos, dependíamos del mundo y debíamos admitir sus
costumbres, prácticas y leyes, o salir de él. Si en verdad éramos el
único pueblo del mundo que gozaba del favor divino, las apariencias
indicaban en forma aterradora todo lo contrario.
Los impíos aseguraban que tenían la verdad, que entre ellos se
efectuaban milagros, que los ángeles del cielo les hablaban y anda-
ban a su lado, que se manifestaban entre ellos un gran poder, señales
y prodigios, y que ése era el milenio temporal que habían aguardado
durante tanto tiempo. El mundo entero se había convertido y acepta-
do la ley dominical, en tanto que ese grupo pequeño y débil seguía
desafiando las leyes terrenales y las divinas, y afirmando ser el único
poseedor de la verdad.—
¡Maranata: el Señor Viene!, 207
.
[272]