Página 50 - La Voz

Basic HTML Version

46
La Voz: Su Educación y Uso Correcto
ferviente, a fin de que aquellos que escuchan, hagan una obra sólida,
verdadera, sana, genuina, que perdure por la eternidad. No tenemos
hambre de excitación, de sensacionalismo; cuando menos tengamos
de esto, tanto mejor. El razonamiento tranquilo y fervoroso a base de
las Escrituras, es precioso y fructífero. Aquí está el secreto del éxito,
en la predicación de un Salvador, vivo, personal, de una manera tan
sencilla y ferviente, que la gente pueda posesionarse por la fe, del
poder de la Palabra de Vida.—
El Evangelismo, 128
.
[71]
Un punto a la vez
—Mas, aunque el predicador de la verdad debe
ser fiel en la presentación del evangelio, nunca vuelque una cantidad
tan grande de material que los oyentes no puedan comprenderla, por
ser nueva para ellos y difícil de abarcar. Tomad un punto a la vez, y
haced claro ese punto, hablando lentamente y con voz comprensible.
Hablad de tal manera, que la gente vea, cuál es la relación de ese
punto, con las otras verdades de vital importancia.—
El Evangelismo,
151
.
El obrero de la escuela sabática
—Obrero de la escuela sabá-
tica, ¿qué norma quieres satisfacer: la de Cristo, o la del mundo?
¡Oh! ¿No dirás: “Levantaré la cruz y seguiré a Jesús”? ¿No quieres
cultivar su ternura en la persuasión, su fervor en la exhortación y
ejemplificar los sublimes principios de la verdad, mostrando en la
vida y el carácter, lo que la religión de Cristo ha hecho por ti? ¿No
prestaremos atención todos a la exhortación del apóstol: “Vestíos
del Señor Jesucristo; y no hagáis caso de la carne en sus deseos”?—
Consejos sobre la Obra de la Escuela Sabática, 106
.
El mensaje, no el hombre
—El ministro que ha aprendido de
Cristo, tendrá siempre conciencia de que es un mensajero de Dios,
comisionado por él para realizar una obra, tanto para el tiempo,
como para la eternidad. No debe constituir en absoluto una parte
de su objetivo, llamar la atención a sí mismo, a sus conocimientos,
a su habilidad, sino que la totalidad de su blanco, debe ser guiar a
los pecadores al arrepentimiento, señalándoles, por precepto y por
[72]
ejemplo, al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. El
yo debe estar escondido en Cristo. Tales hombres hablarán, como
quienes son conscientes del poder y la autoridad procedentes de
Dios, como sus portavoces. Sus discursos tendrán una seriedad y un
fervor de persuasión, que inducirá a los pecadores, a ver su condición
perdida y a refugiarse en Cristo.—
El Evangelismo, 103
.
[73]