Página 142 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Desde muy temprano se debe enseñar a los niños a ser útiles, a
ayudarse a sí mismos y a ayudar a otros. En nuestra época, muchas
hijas pueden, sin remordimiento de conciencia, ver a sus madres
trabajar, cocinar, lavar o planchar, mientras ellas permanecen en la
sala leyendo cuentos, o haciendo crochet o bordados. Sus corazones
son tan insensibles como una piedra. Pero, ¿dónde está el origen
de este mal? ¿Quiénes son generalmente los más culpables? Los
pobres y engañados padres. Ellos pasan por alto el bien futuro de
sus hijas, y en su ternura equivocada las dejan en la ociosidad, o
les permiten hacer cosas que tienen poca utilidad o no requieren
ejercicio de la mente o de los músculos, y luego disculpan a sus hijas
indolentes porque son débiles. Pero, ¿qué es lo que las ha debilitado?
En muchos casos ha sido la conducta errónea de los padres. Una
cantidad apropiada de ejercicio en la casa mejoraría tanto su mente
como su cuerpo. Pero, debido a ideas falsas, las niñas son privadas de
dicho ejercicio, hasta que llegan a profesar aversión al trabajo; éste
les desagrada, y no concuerda con sus ideas de la finura. Creen que
es indigno de una dama, y hasta grosero, lavar los platos, planchar o
inclinarse sobre la pileta de lavar ropa. Tal es la instrucción que está
de moda dar a las hijas en esta era desdichada.
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Los hijos de Dios deben ser gobernados por principios superiores
a los de los mundanos, que tratan de medir todo su proceder por
la moda. Los padres que temen a Dios deben educar a sus hijos
para una vida de utilidad. No deben permitir que sus principios
de gobierno estén mancillados por las nociones extravagantes que
prevalecen en esta época. Tampoco deben conformarse a las modas
ni ser gobernados por las opiniones de los mundanos. No deben
permitir a sus hijos que elijan sus compañeros. Enseñadles que
es vuestro deber elegirlos por ellos. Preparadlos para llevar cargas
mientras son jóvenes.
Si vuestros hijos no se han acostumbrado al trabajo, pronto se
cansarán. Se quejarán de dolores en los costados y en los hombros,
y de que tienen los miembros cansados; y vuestra simpatía os hará
correr el riesgo de hacer el trabajo vosotros mismos más bien que
verlos sufrir un poco. Sea muy ligera al principio la carga impuesta a
los niños, y luego vaya aumentando un poco cada día, hasta que pue-
dan hacer la debida cantidad de trabajo sin cansarse. La inactividad