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Joyas de los Testimonios 1
por un tiempo de su lado para visitar a estos amigos. Desde entonces
se notó un cambio completo en la conducta y el carácter de estos
hijos. Antes, vivían contentos y felices en el hogar, y no tenían
muchos deseos de hallarse en compañía de otras personas jóvenes.
Cuando volvieron a sus padres, la restricción les pareció injusta, y el
hogar una cárcel. Decisiones tan imprudentes de parte de los padres
deciden el carácter de sus hijos.
Al hacer visitas tales, algunos niños traban relaciones que al fin
los conducen a la ruina. Padres, conservad a vuestros hijos a vuestro
lado si podéis, y vigiladlos con la más tierna solicitud. Cuando los
dejáis ir de visita a cierta distancia, se sienten con bastante edad para
cuidarse y hacer sus propias decisiones. Cuando se deja a los jóvenes
así abandonados a sí mismos, su conversación versa a menudo sobre
temas que no los refinan ni elevan, ni tampoco aumentan su amor
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por lo que atañe a la religión. Cuanto mayor sea el número de visitas
que se les permita hacer, tanto mayor será el deseo de realizarlas y
menos atrayente les parecerá el hogar.
Hijos, Dios consideró propio confiaros al cuidado de vuestros
padres, para que ellos os instruyan y disciplinen, y así desempeñen
su parte en formar vuestro carácter para el cielo. Pero a vosotros os
incumbe decir si queréis adquirir un buen carácter cristiano apro-
vechando las ventajas que significa para vosotros el haber tenido
padres piadosos, fieles y vigilantes en la oración. A pesar de toda la
ansiedad y la fidelidad de los padres en favor de sus hijos, ellos solos
no pueden salvarlos. Los hijos tienen también una obra que hacer.
Cada hijo tiene que atender su caso individual. Padres creyentes,
os incumbe una obra de responsabilidad para guiar los pasos de
vuestros hijos aun en su experiencia religiosa. Cuando amen ver-
daderamente a Dios os bendecirán y reverenciarán por el cuidado
que les otorgasteis y por vuestra fidelidad al restringir sus deseos y
subyugar sus voluntades.
Es necesario obrar a tiempo
Prevalece en el mundo la tendencia a dejar a los jóvenes seguir
la inclinación natural de su propia mente. Y los padres dicen que si
los jóvenes son muy desenfrenados en su adolescencia se corregirán
más tarde, y que cuando tengan dieciséis o dieciocho años razonarán