Peligros de la juventud
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sus padres se interesan en ellos. Deben hacer alegre y placentero el
hogar.
No vayamos a los extremos
Padres y madres, hablad bondadosamente a vuestros hijos; re-
cordad cuán sensibles sois vosotros mismos y cuán poca censura
podéis soportar; reflexionad y reconoced que vuestros hijos son co-
mo vosotros. No les impongáis lo que vosotros mismos no podéis
llevar. Si no podéis soportar la censura y la inculpación, tampoco
lo pueden vuestros hijos, que son más débiles que vosotros y no
pueden aguantar tanto. Sean vuestras palabras agradables y alegres
como rayos de sol en la familia. Los frutos del dominio propio, la
atención y el esmero que manifestéis se centuplicarán.
Los padres no tienen derecho a ensombrecer la felicidad de sus
hijos por su censura o severas críticas por errores triviales. Lo que es
verdaderamente malo debe ser presentado en el verdadero carácter
pecaminoso que tiene y se debe proceder con firmeza y decisión para
evitar que se repita. Debe hacerse sentir a los niños el mal que han
hecho, pero no se les debe dejar en un estado mental desesperado,
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sino con cierto grado de valor a fin de que puedan mejorar y ganar
vuestra confianza y aprobación.
Algunos padres cometen el error de conceder a sus hijos dema-
siada libertad. Tienen a veces tanta confianza en ellos que no ven sus
defectos. Es malo permitir a los niños realizar visitas distantes que
entrañan cierto gasto, sin estar acompañados de sus padres o tutores.
Ello tiene una mala influencia sobre los niños. Llegan a pensar que
son muy importantes y que les pertenecen ciertos privilegios, y si
éstos no les son concedidos, se creen maltratados. Hacen alusión a
otros niños que van y vienen y tienen muchos privilegios, mientras
que ellos tienen tan pocos.
Y la madre, temiendo que sus hijos la crean injusta, satisface
sus deseos, lo cual les causa gran perjuicio. Los jóvenes visitantes,
que no se hallan bajo el ojo vigilante de alguno de sus padres, de
modo que éstos puedan ver y corregir sus faltas, reciben a menudo
impresiones cuya supresión requiere meses. Se me refirieron casos
de padres que tenían hijos buenos y obedientes y que, teniendo la
mayor confianza en ciertas familias, dejaron que sus hijos se alejasen