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Joyas de los Testimonios 1
campestres, exposiciones y otras diversiones. Y el ojo más avizor
no lograría discernir en los tales cristianos profesos una sola señal
de cristianismo. Uno no podría ver en su aspecto diferencia alguna
entre ellos y el mayor incrédulo. El cristiano profeso, el disoluto,
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el que se burla abiertamente de la religión, y el que es francamente
profano, todos se mezclan como un solo cuerpo, y Dios los considera
uno en espíritu y práctica.
Una profesión del cristianismo, sin la fe y las obras correspon-
dientes, no servirá de nada. Nadie puede servir a dos señores. Los
hijos del maligno son los siervos de su señor, al cual se entregaron
para obedecerle; son sus siervos, y no pueden ser siervos de Dios
a menos que renuncien a todas sus obras. No puede ser inofensivo
para los siervos del Rey celestial el tomar parte en los placeres y
diversiones en que participan los siervos de Satanás, aun cuando
repitan a menudo que las tales diversiones son inocentes. Dios ha
revelado verdades sagradas y santas que han de separar a sus hijos
de los impíos y purificarlos para sí. Los adventistas del séptimo día
deben vivir conforme a su fe. Los que obedecen los diez manda-
mientos consideran el estado del mundo y las cosas religiosas desde
un punto de vista completamente diferente del que tienen los que
profesan ser cristianos, pero son amantes de los placeres, rehuyen la
cruz y viven violando el cuarto mandamiento.
La tarea no es fácil
En el actual estado de la sociedad, no es tarea fácil para los
padres refrenar a sus hijos e instruirlos de acuerdo con la norma de
lo recto que establece la Biblia. Los que profesan tener religión se
han apartado de la Palabra de Dios a tal punto, que cuando los hijos
de Dios vuelven a su Palabra sagrada, y quieren educar a sus hijos
según sus preceptos y, como antiguamente lo hizo Abrahán, mandar a
su familia después de sí, los pobres niños, que sientan tal influencia
en derredor de sí, piensan que sus padres son innecesariamente
exigentes y demasiado estrictos para con ellos con respecto a sus
compañías. Desean naturalmente seguir el ejemplo de aquellos que
profesan ser cristianos, y, sin embargo, aman los placeres y el mundo.
En estos tiempos, no se conocen casi las persecuciones y el
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oprobio por amor de Cristo. Muy poca abnegación y sacrificio son