Página 215 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los sufrimientos de Cristo
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de su Padre. Allí se produjo la escena de la tentación. La divina luz
de Dios desapareció de su vista y él pasó a manos de las potestades
de las tinieblas. En su angustia mental cayó postrado sobre las
frías piedras. Se percataba del ceño de su Padre. Había desviado
la copa del sufrimiento de los labios del hombre culpable, y se
proponía beberla él mismo, para dar al hombre en cambio la copa de
la bendición. La ira que habría recaído sobre el hombre recayó en
ese momento sobre Cristo. Allí fué donde la copa misteriosa tembló
en su mano.
Jesús había acudido a menudo a Getsemaní con sus discípulos
para meditar y orar. Ellos conocían bien este retiro sagrado. Aun
Judas sabía dónde conducir la turba homicida a fin de entregar a
Jesús en sus manos. Nunca antes había visitado este lugar el Salvador
con un corazón tan apesadumbrado. Lo que rehuía el Hijo de Dios
no era el sufrimiento corporal, ni fué esto lo que arrancó de sus
labios, en presencia de sus discípulos, estas amargas palabras: “Mi
alma está muy triste hasta la muerte.” “Quedaos aquí,—dijo él—y
velad conmigo.”
Mateo 26:38
.
Dejando a sus discípulos al alcance de su voz, se fué a corta
distancia de ellos y cayó sobre su rostro y oró. Presa su alma de
agonía, rogaba: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso;
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empero no como yo quiero, sino como tú.”
Vers. 39
. Le abrumaban
los pecados de un mundo perdido. Comprendiendo el enojo de su
Padre como consecuencia del pecado, desgarraba su corazón una
agonía intensa y hacía brotar de su frente grandes gotas de sangre
que, corriendo por sus pálidas mejillas, caían al suelo y humedecían
la tierra.
“Velad y orad”
Levantándose de su postración, se acercó a sus discípulos y los
halló durmiendo. Díjole a Pedro: “¿Así no habéis podido velar con-
migo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación: el
espíritu a la verdad está presto, mas la carne enferma.”
Vers. 40, 41
.
En el momento más importante, cuando les había rogado en especial
que velasen con él, Jesús halló dormidos a los discípulos. El sabía
que les sobrevendrían graves conflictos y tentaciones. Los había
llevado consigo para que le fortaleciesen, y para que los aconteci-