Página 224 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Opiniones limitadas acerca de la expiación
Algunos tienen opiniones limitadas acerca de la expiación. Pien-
san que Cristo sufrió tan sólo una pequeña parte de la penalidad de
la ley de Dios; suponen que, aunque el amado Hijo soportó la ira
de Dios fué porque el primero advertía a través de sus dolorosos
sufrimientos el amor y la aceptación del Padre; que los portales de
la tumba se iluminaron delante de él con radiante esperanza, y que
tenía evidencias constantes de su gloria futura. Este es un gran error.
La más punzante angustia de Cristo provenía de que él comprendía
el desagrado de su Padre. La agonía que esto le causaba era tan
intensa que el hombre puede apreciarla tan sólo débilmente.
Para muchos, la historia de la condescendencia, la humillación
y el sacrificio de nuestro Señor, no despierta interés más profundo
ni conmueve más el alma, ni afecta más la vida que la historia de
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la muerte de los mártires de Jesús. Muchos sufrieron la muerte por
torturas lentas; otros murieron crucificados. ¿En qué difiere de estas
muertes la del amado Hijo de Dios? Es verdad que murió en la cruz
en forma muy cruel; sin embargo, otros por amor a él, han sufrido
iguales torturas corporales. ¿Por qué fué entonces más espantoso el
sufrimiento de Cristo que el de otras personas que entregaron su vida
por amor a él? Si los sufrimientos de Cristo consistieron solamente
en dolor físico, entonces su muerte no fué más dolorosa que la de
algunos mártires.
Pero el dolor corporal fué tan sólo una pequeña parte de la agonía
que sufrió el amado Hijo de Dios. Los pecados del mundo pesaban
sobre él, así como la sensación de la ira de su Padre, mientras sufría
la penalidad de la ley transgredida. Fué esto lo que abrumó su
alma divina. Fué el hecho de que el Padre ocultara su rostro, el
sentimiento de que su propio Padre le había abandonado, lo que le
infundió desesperación. El inocente Varón que sufría en el Calvario
comprendió y sintió plena y hondamente la separación que el pecado
produce entre Dios y el hombre. Fué oprimido por las potestades
de las tinieblas. Ni un solo rayo de luz iluminó las perspectivas del
futuro para él. Y luchó con el poder de Satanás, quien declaraba que
tenía a Cristo en su poder, que era superior en fuerza al Hijo de Dios,
que el Padre había negado a su Hijo y que ya no gozaba del favor de