Página 228 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Responsabilidades de los jóvene
Si los jóvenes pudiesen ver cuánto bien podrían hacer si quisieran
hacer de Dios su fortaleza y sabiduría, no seguirían ya una conducta
de negligente indiferencia para con él; no serían seducidos ya por
la influencia de los no consagrados. En vez de sentir que tienen
la responsabilidad individual de esforzarse para beneficar a otros
y conducir a otros a la senda de la justicia, se dedican a buscar su
propia diversión. Son miembros inútiles de la sociedad y su vida
carece tanto de propósito como la de las mariposas. Los jóvenes
pueden tener un conocimiento de la verdad y creerla, pero sin vivirla.
Los tales poseen una fe muerta. Su corazón no se ha conmovido
de manera que afecte su conducta y carácter a la vista de Dios, y
no están más cerca de cumplir su voluntad que los incrédulos. Su
corazón no se conforma con la voluntad de Dios, y están enemistados
con él. Los que se dedican a las diversiones y aman la sociedad de los
buscadores de placeres, sienten aversión por los servicios religiosos.
¿Dirá el Maestro a estos jóvenes que profesan su nombre: Bien
hecho, buenos y fieles siervos, a menos que sean en verdad buenos y
fieles?
Los jóvenes están en gran peligro. Sus lecturas livianas causan
mucho mal. Pierden el tiempo que debieran emplear en una forma
útil. Algunos llegan hasta a privarse de sueño para terminar algún
ridículo cuento de amor. El mundo está inundado de novelas de todas
clases. Algunas no son de carácter tan peligroso como otras. Unas
son inmorales y obscenas; otras están barnizadas con más refina-
miento; pero la influencia de todas es perniciosa. ¡Ojalá los jóvenes
reflexionaran acerca de la influencia que tienen sobre la mente las
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historias excitantes! ¿Podéis abrir la Palabra de Dios después de
una lectura tal, y leer con interés las palabras de vida? ¿No encon-
tráis insípido el Libro de Dios? El encanto de aquella historia de
amor pesa sobre la mente, la excita e impide que concentréis vuestro
Testimonios para la Iglesia 2:235-237 (1869)
. (Del cap. “Amonestaciones a la
iglesia.”)
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