La verdadera conversión
239
Una súplica personal
Le ruego, hermano mío, que escudriñe su corazón con diligencia
y pregunte: “¿En qué camino viajo? ¿Adónde me llevará?” Puede
regocijarse porque su existencia no fué cortada mientras no tenía
esperanza segura de vida eterna. Dios no permita que descuide por
más tiempo esta obra y perezca en sus pecados. No halague su alma
con falsas esperanzas. Vd. no ve otro camino que seguir sino uno
demasiado humilde para aceptarlo. Cristo le presenta, aun a Vd., mi
hermano errante, un mensaje de misericordia: “Venid, que ya está
todo aparejado.”
Lucas 14:17
. Dios está dispuesto a aceptarle, y a
perdonarle todas sus transgresiones, si tan sólo quiere venir. Vd. ha
sido pródigo, se separó de Dios y se mantuvo mucho tiempo alejado
de él; a pesar de eso, él le recibirá ahora. Sí; la Majestad del cielo
le invita a acudir a él, para que reciba vida. Cristo está dispuesto
a limpiarle del pecado cuando Vd. le acepte. ¿Qué ganancia ha
encontrado en el servicio del pecado? ¿Qué le ha aprovechado seguir
la carne y el diablo? ¿No es miserable el salario que recibió? ¡Oh,
vuelva, vuelva! ¿por qué habría de morir?
Vd. ha sentido muchas convicciones y remordimientos de con-
ciencia. Ha manifestado muchos propósitos y formulado incontables
promesas; y sin embargo, se demora, y no quiere venir a Cristo a fin
de recibir vida. ¡Ojalá que en su corazón se grabe la comprensión del
tiempo en que vivimos para que vuelva y viva! ¿No puede Vd. oír la
voz del fiel Pastor en este mensaje? ¿Cómo puede Vd. desobedecer?
No juegue con Dios, no sea que lo abandone a sus tortuosos cami-
nos. Para Vd. es asunto de vida o muerte. ¿Cuál escogerá? Es cosa
terrible contender con Dios y resistir a sus súplicas. Puede sentir
arder el amor de Dios en el altar de su corazón, como lo sintió una
[252]
vez. Puede comulgar con Dios como en tiempos pasados. Si limpia
su camino, puede volver a disfrutar las riquezas de su gracia, y su
rostro expresará nuevamente su amor.
No se requiere de Vd. que se confiese ante aquellos que no cono-
cen su pecado y sus errores. No es su deber publicar una confesión
que haga triunfar a los incrédulos; debe confesarse ante quienes co-
rresponde, ante los que no se aprovecharán de sus yerros. Confiésese
de acuerdo con la Palabra de Dios, y permita que sus prójimos oren
por Vd. y Dios aceptará su obra y le sanará. Por amor de su alma,