Página 242 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

Basic HTML Version

La verdadera conversió
La converción es una obra que la mayoría no aprecia. No es cosa
de poca monta transformar una mente terrenal que ama al pecado, e
inducirla a comprender el indescriptible amor de Cristo, los encantos
de su gracia y la excelencia de Dios, de tal manera que el alma se
impregne del amor divino y sea cautivada por los misterios celestia-
les. Cuando una persona comprende estas cosas, su vida anterior le
parece desagradable y odiosa. Aborrece el pecado, y, quebrantando
su corazón delante de Dios, abraza a Cristo, vida y gozo del alma.
Renuncia a sus placeres anteriores. Tiene una mente nueva, nuevos
afectos, nuevo interés, nueva voluntad; sus tristezas, deseos y amor
son todos nuevos. Se aparta ahora de la concupiscencia de la carne,
la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, que hasta
entonces prefirió a Cristo, y éste es el encanto de su vida, la corona
de su regocijo. Considera ahora, en toda su riqueza y gloria, el cielo
que no le atraía antes, y lo contempla como su patria futura, donde
verá, amará y alabará a Aquel que la redimió con su sangre preciosa.
Las obras de la santidad, que parecían cansadoras, son ahora su
delicia. Escoge como tema de estudio y consejera a la Palabra de
Dios que antes le parecía árida y sin interés. Es como una carta que
le escribiera Dios, con la inscripción del Eterno. Somete a esta regla
sus pensamientos, palabras y acciones y por ella los prueba. Tiembla
ante las órdenes y amenazas que contiene, mientras que se aferra
firmemente a sus promesas y fortalece su alma apropiándose de
ellas. Elige ahora la sociedad de los más piadosos; ya no se deleita
en la de los impíos, cuya compañía amaba antes. Llora por pecados
que ve en ellos y de los cuales se reía antes. Renuncia al amor propio
y a la vanidad, vive para Dios y es rica en buenas obras. Esta es la
[251]
santificación que Dios requiere. No aceptará nada que sea menos
que esto.
Testimonios para la Iglesia 2:294-296 (1869)
.
238