Página 246 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
ello terminarán de seguro por destruir completamente el cuerpo y la
mente. ¡El hombre, el ser más noble de la tierra, formado a la imagen
de Dios, se transforma en una bestia, se embrutece y corrompe! Cada
cristiano tendrá que aprender a refrenar sus pasiones y a guiarse por
los buenos principios. A menos que lo haga, es indigno del nombre
de cristiano.
Algunos que ostensiblemente profesan el cristianismo no com-
prenden el pecado del abuso propio y sus resultados inevitables. Un
hábito inveterado ha cegado su entendimiento. No se dan cuenta
del carácter excesivamente pecaminoso de este pecado degradante
que enerva y destruye su fuerza nerviosa y cerebral. Los principios
morales se debilitan excesivamente cuando están en conflicto con
un hábito inveterado. Los solemnes mensajes del cielo no pueden
impresionar con fuerza el corazón que no está fortificado contra la
práctica de este vicio degradante. Los nervios sensibles del cerebro
han perdido su tonicidad por la excitación mórbida destinada a satis-
facer un deseo antinatural de complacencia sensual. Los nervios del
cerebro que relacionan todo el organismo entre sí son el único medio
por el cual el cielo puede comunicarse con el hombre, y afectan su
vida más íntima. Cualquier cosa que perturbe la circulación de las
corrientes eléctricas del sistema nervioso, disminuye la fuerza de
las potencias vitales, y como resultado se atenúa la sensibilidad de
la mente. En consideración de estos hechos, ¡cuán importante es
que los ministros y la gente que profesan piedad se conserven sin
mancha de este vicio degradante!
Mi alma cayó postrada por la angustia cuando se me reveló la
condición débil de los que profesan pertenecer al pueblo de Dios.
Abunda la iniquidad, y el amor de muchos se enfría. Son tan sólo
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pocos los cristianos profesos que consideran este asunto según la
debida luz y que ejercen el dominio debido sobre sí mismos cuando
la opinión pública y las costumbres no los condenan. ¡Cuán pocos
refrenan sus pasiones porque se sienten bajo la obligación moral de
hacerlo, y porque el temor de Dios está ante sus ojos! Las facultades
superiores del hombre están esclavizadas por el apetito y las pasiones
corruptas.