La contaminación moral
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Apartaos de la iniquidad
Algunos reconocerán el mal de las prácticas pecaminosas, y, sin
embargo, se disculparán diciendo que no pueden vencer sus pasio-
nes. Esta es una admisión terrible de parte de una persona que lleva
el nombre de Cristo. “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el
nombre de Cristo.”
2 Timoteo 2:19
. ¿Por qué existe esta debilidad?
Es porque las propensiones animales han sido fortalecidas por el
ejercicio, hasta que han prevalecido sobre las facultades superiores.
A los hombres y mujeres les faltan principios. Están muriendo espi-
ritualmente porque han condescendido durante tanto tiempo con sus
apetitos naturales que su dominio propio parece haber desaparecido.
Las pasiones inferiores de su naturaleza han empuñado las riendas,
y la que debiera ser la facultad dominante se ha convertido en la
sierva de la pasión corrupta. Se mantiene al alma en la servidumbre
más abyecta. La sensualidad ha apagado el deseo de santidad, y ha
agostado la prosperidad espiritual.
Mi alma se aflige por los jóvenes que forman su carácter en
esta era de degeneración. Tiemblo también por sus padres, porque
se me ha mostrado que en general no entienden su obligación de
educar a sus hijos en el camino por donde deben andar. Consultan las
costumbres y las modas; y los niños no tardan en dejarse llevar por
éstas y se corrompen, mientras sus indulgentes padres no advierten el
peligro. Pero muy pocos jóvenes están libres de hábitos corrompidos.
En extenso grado se los exime de ejercicio físico por temor a que
trabajen demasiado. Los padres mismos llevan las cargas que sus
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hijos debieran llevar. Es malo trabajar con exceso, pero los resultados
de la indolencia son más temibles. La ociosidad conduce a la práctica
de hábitos corrompidos. La laboriosidad no cansa ni agota una quinta
parte de lo que rinde el hábito pernicioso del abuso propio. Si el
trabajo sencillo y bien regulado agota a vuestros hijos, tened la
seguridad, padres, de que hay, además del trabajo, algo que enerva
su organismo y les produce una sensación de cansancio continuo.
Dad a vuestros hijos trabajo físico para que pongan en ejercicio
los nervios y los músculos. El cansancio que acompaña un trabajo
tal, disminuirá su inclinación a participar en hábitos viciosos. La
ociosidad es una maldición. Produce hábitos licenciosos.