Página 248 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Se me han presentado muchos casos, y mi alma ha enfermado y
se ha llenado de asco al tener una vislumbre de sus vidas íntimas,
a causa de la podredumbre del corazón de los seres humanos que
profesan piedad y hablan de ser trasladados al cielo. Me he pregun-
tado con frecuencia: ¿En quién puedo confiar? ¿Quién está libre de
iniquidad?
Se nos pidió que oráramos
Mi esposo y yo asistimos una vez a una reunión en la que se
solicitó nuestra simpatía en favor de un hermano que sufría mucho
de tisis. Pálido y demacrado, el enfermo solicitó las oraciones de
los hijos de Dios. Nos dijo que su familia estaba enferma y que
había perdido un hijo. Habló con sentimiento de su pérdida. Dijo
que desde hacía un tiempo esperaba a los Hnos. White. Creía que
si ellos oraban por él, sanaría. Después de terminar la reunión, los
hermanos nos llamaron la atención a su caso. Dijeron que la iglesia
les estaba ayudando, que su esposa estaba enferma, y que su hijo
había muerto. Los hermanos se habían reunido para orar por la
familia afligida. Estábamos muy cansados, y pesaba sobre nosotros
la responsabilidad del trabajo durante la reunión, y deseábamos que
se nos disculpara.
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Yo había resuelto no orar a favor de nadie, a menos que el Espíritu
del Señor dictase lo que debía hacerse. Se me había mostrado que
abundaba tanta iniquidad, aun entre los profesos observadores del
sábado, que no deseaba orar con otros en favor de aquellos cuya
historia no conocía. Cuando expresé mi razón, los hermanos me
aseguraron que, por cuanto sabían, era un hermano digno. Conversé
algunas palabras con el que había solicitado nuestras oraciones
para ser sanado; pero no me sentía libre. El lloró y dijo que había
aguardado nuestra venida, y se sentía seguro de que si orábamos
por él, recobraría la salud. Le dijimos que no conocíamos su vida;
que preferíamos que orasen por él aquellos que le conocían. Nos
importunó con tanta insistencia que decidimos considerar su caso,
y presentarlo ante el Señor aquella noche; y si el camino parecía
expedito, cumpliríamos con su petición.
Esa noche, postrados en oración, presentamos su caso ante el
Señor. Pedimos conocer la voluntad de Dios acerca de él. Todo lo