Página 267 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Cómo observaremos el sábad
Dios es misericordioso. Sus requerimientos son razonables y
concuerdan con la bondad y la benevolencia de su carácter. El sábado
fué creado para que toda la humanidad recibiese beneficio. No
fué hecho el hombre para adaptarse al sábado; sino que el sábado
fué hecho después de la creación del hombre, para satisfacer sus
necesidades. Después que Dios hubo hecho el mundo en seis días,
reposó y luego santificó y bendijo el día en que había reposado
de todas sus obras que había creado y hecho. Puso aparte ese día
especial para que el hombre descansase en él de su trabajo, a fin de
que mientras mirase la tierra y los cielos, pudiese reflexionar que
Dios había hecho todo esto en seis días y reposado en el séptimo, y
que al contemplar las pruebas tangibles de la sabiduría infinita de
Dios, su corazón se llenase de amor y reverencia hacia su Creador.
A fin de santificar el sábado, no es necesario que nos encerremos
entre paredes, y que nos privemos de las hermosas escenas de la
naturaleza, del aire libre y vigorizador y de la hermosura del cielo.
En ningún caso debemos permitir que las cargas y las transacciones
comerciales distraigan nuestra mente en el sábado del Señor que él
ha santificado. No debemos permitir que nuestra mente se espacie
siquiera en cosas de carácter mundanal. Pero la mente no puede ser
refrigerada, vivificada y elevada si quedamos encerrados durante
casi todas las horas del sábado entre paredes, escuchando largos
sermones y oraciones tediosas y formales. El sábado del Señor
recibe un uso erróneo si se lo celebra así. No se alcanza el objeto
para el cual fué instituído. El sábado fué hecho para el hombre, para
beneficiarle al apartar su espíritu de la labor secular a fin de que
contemple la bondad y la gloria de Dios. Es necesario que el pueblo
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de Dios se reúna para hablar de él, para intercambiar pensamientos
e ideas acerca de las verdades contenidas en su Palabra, y dedicar
una parte del tiempo a la oración apropiada. Pero estos momentos,
Testimonios para la Iglesia 2:582-585 (1871)
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