Parábolas de los perdidos
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o aun decentes. Estaba arruinado por causa de las privaciones y
enflaquecido por el hambre.
El amor del padre
Cuando se encontraba a cierta distancia de su hogar, su padre
vió al vagabundo, y lo primero que hizo fué pensar en aquel hijo
rebelde que le abandonara años antes para entregarse a una vida de
pecado sin restricciones. Sus sentimientos paternos se conmovieron.
A pesar de todas las señales de degradación, discernió su propia
imagen en el hijo. No esperó a que éste recorriera toda la distancia,
sino que se apresuró a ir a su encuentro. No le dirigió reproches,
sino que, con la más tierna compasión y piedad por el hecho de que
a causa de su propia conducta pecaminosa se había atraído tantos
sufrimientos, se apresuró a darle pruebas de su amor y de su perdón.
A pesar de que su hijo estaba demacrado y su rostro indicaba cla-
ramente la vida disoluta que había llevado, a pesar de venir cubierto
con los andrajos de un pordiosero y con los pies desnudos sucios por
el polvo del camino, el padre sintió la más profunda piedad cuando
éste cayó postrado humildemente delante de él. No se contuvo en su
dignidad; no fué exigente. No desplegó ante él la conducta errónea
y pecaminosa del pasado, para hacerle sentir cuánto había caído. Lo
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levantó y lo besó. Estrechó a su hijo rebelde contra su corazón y
envolvió en su propia rica túnica su cuerpo casi desnudo. Lo abrazó
contra su pecho con tanto calor, y manifestó tanta piedad, que si
alguna vez el hijo había dudado de la bondad y amor de su padre,
no podía seguir haciéndolo. Si era consciente de su pecado cuando
decidió regresar a la casa del autor de sus días, tuvo una sensación
aun más profunda de su ingrata conducta cuando se le recibió de
esta manera. Su corazón, ya vencido, se quebrantó ahora debido a
que comprendía que había contristado el amor de ese padre.
El hijo penitente y tembloroso, que había temido mucho que se
lo repudiara, no estaba preparado para tal recibimiento. Sabía que
no lo merecía, y de este modo reconoció el pecado que cometiera
al abandonar a su padre: “He pecado contra el cielo, y contra ti, y
ya no soy digno de ser llamado tu hijo.”
Lucas 15:21
. Sólo pedía
que se le aceptara como jornalero. Pero el padre pidió a sus siervos