Página 311 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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La iglesia de Laodice
El mensaje a la iglesia de Laodicea es una denuncia sorprendente
y se aplica al actual pueblo de Dios.
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea. He aquí dice el
Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios:
Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío,
o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré
de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no
tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado
y miserable y pobre y ciego y desnudo.”
Apocalipsis 3:14-17
.
El Señor nos muestra aquí que el mensaje que deben dar a su
pueblo los ministros que él ha llamado para que amonesten a la
gente no es un mensaje de paz y seguridad. No es meramente teórico,
sino práctico en todo detalle. En el mensaje a los laodicenses, los
hijos de Dios son presentados en una posición de seguridad carnal.
Están tranquilos, creyéndose en una exaltada condición de progreso
espiritual. “Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y
no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un
cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo.”
¡Qué mayor engaño puede penetrar en las mentes humanas que
la confianza de que en ellos todo está bien cuando todo anda mal!
El mensaje del Testigo Fiel encuentra al pueblo de Dios sumido
en un triste engaño, aunque crea sinceramente dicho engaño. No
sabe que su condición es deplorable a la vista de Dios. Aunque
aquellos a quienes se dirige el mensaje del Testigo Fiel se lisonjean
de que se encuentran en una exaltada condición espiritual, dicho
mensaje quebranta su seguridad con la sorprendente denuncia de su
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verdadera condición de ceguera, pobreza y miseria espirituales. Este
testimonio tan penetrante y severo no puede ser un error, porque es
el Testigo Fiel el que habla y su testimonio debe ser correcto.
A los que se sienten seguros por causa de sus progresos y se
creen ricos en conocimiento espiritual, les cuesta recibir el mensaje
Testimonios para la Iglesia 3:252-258 (1873)
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